No hay ninguna duda de que la pregunta del título de esta columna no solo es una consideración muy compleja, para los que conocen la realidad de la llamada “Relación Bilateral”. Hablando con mucha gente en Washington descubrí que no hay un consenso absoluto.

La prensa mexicana diariamente informa sobre las sospechas de colusión de funcionarios públicos y elegidos en varios niveles del gobierno mexicano con el crimen organizado. Usted no es el único que lee y escucha sobre estas sospechas, hoy la información ya no tiene fronteras, eso mismo se refleja en la prensa de los Estados Unidos.

Esa misma información que usted ve en México, se proyecta en Washington como una clara muestra de alta corrupción. Aunque francamente esto no es nuevo, lo que sí es nuevo es que Trump sea hasta hoy, el único presidente de Estados Unidos que lo ha esgrimido como arma.

Para efectos de formarnos un criterio más amplio y más definido, sería importante precisar que existen varias opiniones generalizadas sobre la postura del presidente Trump hacia el gobierno de México. En este caso algo que nos debe preocupar es que esta no es solo la forma en la que piensa el presidente de Estados Unidos acerca de nuestro país, sino que aun muchos demócratas del congreso, que han sido más amigables hacia México, hoy se expresan en los mismos términos que Trump hacia nuestro país.

Hagamos un desglose de las diferentes perspectivas:

La opinión de que las acciones y la retórica de Trump demuestran falta de respeto hacia México es una interpretación muy común en Washington. Las pruebas de esta opinión incluyen:

La retórica pública: A lo largo de su carrera política, Donald Trump ha utilizado un lenguaje contundente, a menudo generalizador, al referirse a México. Frases como “bad hombres” y sus comentarios iniciales en el anuncio de campaña sobre que México “no enviaba a sus mejores” fueron ampliamente percibidos en México y en Estados Unidos, como una falta de respeto a toda la nación y a su gobierno, no solo a los criminales.

El muro fronterizo: La insistencia de construir un muro en la frontera sur y, fundamentalmente, que México lo pagaría fue considerado por el gobierno y la opinión pública mexicana como un profundo insulto y una violación de la soberanía nacional. En Estados Unidos la reiterada insistencia sobre este punto se interpretó desde el primer gobierno de Trump como un menosprecio por México, algo que sigue hoy cuando se evalúa si nuestro país es visto por el presidente de Estados Unidos como un socio igualitario.

Las amenazas arancelarias: En varias ocasiones durante su primer mandato, el presidente Trump amenazó con imponer aranceles significativos a los productos mexicanos para obligar al gobierno mexicano a tomar medidas específicas, en particular en materia de control migratorio. Esta táctica de coerción económica fue interpretada por muchos como una señal de que no respetaba el derecho de México a establecer sus propias políticas, tratándolo como un socio subordinado en lugar de un socio soberano.

Las Políticas conocidas como “Remain in Mexico": “Permanecer en México”, que son en realidad nuevos Protocolos de Protección al Migrante (MPP), y que obligaron a miles de solicitantes de asilo en Estados Unidos a esperar en México mientras sus casos se procesaban por el gobierno estadounidense, impusieron una enorme carga humanitaria y logística al gobierno mexicano.

Los críticos argumentaron desde el inicio, lo que era más que obvio. Que esta política de endilgarle a los mexicanos a extranjeros del mundo entero era una falta total de respeto por la soberanía mexicana. Usar la amenaza de imposición de aranceles fue ejercida además como arma para imponer a México, una situación y un castigo en algo en lo que México, no tenía nada que ver.

“Ojo”, desde esta misma perspectiva, la supuesta colusión e influencia de los cárteles con funcionarios mexicanos de todos los niveles, hoy se sigue utilizando como la justificación, para seguir con una postura irrespetuosa y coercitiva.

Cómo lidiar con la idea de que todo lo anterior se centra en un problema real.

Los partidarios del presidente Trump y algunos analistas de política exterior argumentan que su objetivo no es faltarle el respeto a México como nación, sino forzar a que existan acciones efectivas, eficientes y reales sobre un problema que es crítico e innegable: el enorme poder de las organizaciones criminales transnacionales.

Reconociendo un “problema conocido”

No es una afirmación controvertida que los cárteles de la droga ejercen un enorme poder en algunas partes de México. Tampoco, que la corrupción sea un desafío significativo dentro del gobierno y las instituciones policiales mexicanas. Las agencias del gobierno estadounidense, incluyendo la DEA y el Departamento de Estado, lo han documentado durante décadas bajo diversas administraciones. Desde esta perspectiva, Trump simplemente está siendo más directo y público sobre una preocupación estadounidense que tiene ya décadas de existir.

Lo que había ocurrido es que ningún presidente estadounidense había sido tan indiferente a los insultos que sus políticas hacia México conllevan.

Al presidente Donald Trump le gusta usar la “Diplomacia transaccional”

Esta perspectiva enmarca su enfoque como “transaccional” en lugar de irrespetuoso. El argumento es que percibe un problema, el tráfico de drogas y la inmigración ilegal que cruza la frontera, y cree que el gobierno mexicano no está haciendo lo mínimo suficiente para frenarlo.

Por lo tanto, utiliza la enorme influencia del poder económico de Estados Unidos para forzar un resultado.

Lo que es muy importante es que en México comprendamos, que, en Estados Unidos, para los partidarios de Trump que forman esa base política constante de entre el 35 y 40 % del electorado, esta conducta grosera no equivale a una falta de respeto, sino simplemente a un estilo de negociación firme, del que surgió el lema “Estados Unidos Primero”.

El enfoque de Trump está en la seguridad, no solo de los estadounidenses, sino también de los mexicanos

La retórica, aunque dura, se percibe como dirigida a la amenaza a la seguridad que representan los cárteles. Cuando Trump amenazó con designar a los cárteles como Organizaciones Terroristas Extranjeras, el argumento fue que esto daría a Estados Unidos más herramientas legales y prácticas para combatirlos, un objetivo que, en teoría, está alineado con los propios intereses de seguridad de México y de los mexicanos. Las investigaciones recientes, sobre el blanqueo de dinero de las drogas es solo parte de una política ya enunciada. A Trump hay que creerle y tomarlo en serio.

La postura del gobierno mexicano es vista en Washington como un acto de equilibrio difícil

Obviamente en nuestro país hay un rechazo público a las majaderías del presidente Trump. Los líderes mexicanos, incluyendo a los expresidentes Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, han rechazado públicamente la retórica de Trump y han defendido la soberanía de su nación.

Ambos exmandatarios se negaron sistemáticamente a financiar el muro fronterizo y a menudo describieron la presión estadounidense como inaceptable.

Todo lo anterior nos ha llevado a mantener una “cooperación pragmática”

A pesar de la fricción pública, y ante las amenazas arancelarias, el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, al igual que su antecesor inmediato, tuvo que desplegar a la Guardia Nacional en las propias fronteras mexicanas en el norte y en el sur para frenar los flujos migratorios desde Centroamérica.

La realidad es que todo esto ha llevado a ambos gobiernos a aumentar su cooperación en varios frentes de seguridad. Y, otra vez, en el intercambio de inteligencia y en algunas operaciones contra los cárteles. Esto prueba en Washington que, si bien México sintió una falta de respeto de parte de Trump, las realidades prácticas de la profunda relación económica entre Estados Unidos y México nos obligaron a negociar y a cumplir con las exigencias impuestas desde la Casa Blanca.

Trump estará en la presidencia 3 años y medio más, por eso hoy debemos concluir varias cosas

En realidad, nada demuestra que haya un consenso en que la postura del presidente Trump se deba únicamente a la enorme influencia de los cárteles en México y a la creciente presencia de esas mismas organizaciones criminales en Estados Unidos.

Lo que sí hay es un amplio consenso en que el nuevo enfoque del gobierno estadounidense hacia México es poco convencional y cada vez de más confrontación.

  1. Los críticos de Trump en México y en Estados Unidos argumentan que utiliza el verdadero problema de la corrupción de los cárteles como excusa conveniente para una política más amplia e irrespetuosa hacia México que favorece su agenda política interna.
  2. Tres años no pasan rápido, y por eso en México debemos entender que los partidarios del presidente Trump, argumentan que la gran diferencia es que este es uno de los pocos líderes que Estados Unidos ha tenido en su historia dispuestos a hablar abiertamente sobre la crisis de seguridad. Trump es el único presidente en la historia moderna en usar las enormes influencias políticas y económicas de Estados Unidos, no solo para hacerse escuchar, sino para obligar al gobierno mexicano a afrontar el enorme problema de seguridad que tenemos en los dos países.
  3. En nuestro país nos haría bien considerar las acciones del presidente estadounidense como una táctica inflexible para abordar el poder de los cárteles, más que como una falta de respeto al gobierno mexicano.

Las acciones del presidente estadounidense, debemos interpretarlas en México como la ejecución de una retórica que a Trump le da dividendos políticos. Debemos también entender y considerar que al presidente de Estados Unidos le importa el impacto de lo que él hace dentro de Estados Unidos, y que no debemos esperar que su principal interés sea el de modificar la situación política interna de México. Ese es un asunto que solo nos compete a los mexicanos.