Nunca hemos tenido tantos estímulos a nuestros sentidos. La oferta alimentaria se ve retada a ser cada día más gourmet e innovadora. El contenido audiovisual para entretenernos es como una ametralladora que lanza a las plataformas ofrecidas series, pódcast, películas y música hecha como comida rápida, con la intención de saciar la costumbre de la audiencia de
consumo, sin curiosidad ni interés, una demanda mecánica porque acostumbramos a nuestra mente a los estímulos aunque carezcan de relevancia y calidad. Aumenta la cantidad de colores de los televisores, aunque nuestro ojo sea incapaz de diferenciar tantos millones entre pantones.
Estamos ensordecidos por la infinidad de sonidos a los que estamos expuestos, porque de esa forma perdemos del radar los relevantes y no podemos alegar después que no estaban presentes.
Parece que la civilización creadora de tecnología es un Uróboro que genera las herramientas para destruirse a sí misma cuando ha alcanzado un alto nivel de satisfacción, producción, practicidad y hábitat que requiere el mínimo esfuerzo de la gente para sobrevivir. Las necesidades están tan cubiertas que promueve el crecimiento de una esfera donde el único
dilema es disfrutar, afanada a contracorriente por encontrarle sentido al nihilista estilo de vida por medio de más distracciones.
El mayor peligro de esta exposición de información e infinidad de posibilidades tecnológicas como las que provee la inteligencia artificial, es que ocasiona un ya evidente deterioro de nuestra capacidad de raciocinio. Dejar de escribir a mano, realizar operaciones matemáticas simples con calculadora, el corrector automático de ortografía, las herramientas de IA para
hacer resúmenes de temas o libros completos y las cámaras de reversa en los autos nos facilitan la vida y su practicidad nos ahorra tiempo, pero debilitan nuestra capacidad de resolver problemas que requieren una mente ejercitada. En los peores casos, compromete nuestros criterios porque la automatización, al obtener información y resolución, deja de basarse en experiencias y razonamientos.
Las civilizaciones que conquistan siempre han destruido los vestigios de sus predecesores, y el momento actual no es la excepción, pero vivimos una banalización de la violencia y destrucción de las creaciones de nuestros ancestros, sin reemplazarlos con algo de similar magnificencia. El arte se devalúa en complejidad y sensibilidad. Pero en estos momentos, ¿con qué estamos reemplazando la cultura, ideología y normalidad que estamos desechando por considerarla obsoleta? En las películas de ciencia ficción del siglo pasado, se veía un futurismo distante y poco probable con la tecnología de ese tiempo; pero ahora que ha evolucionado a vertiginosas revoluciones, parece lógico esperar que nos rebase porque ya no percibimos como necesario procesar el universo de información a nuestro alcance pero lejos de nuestro interés.