A pesar de los esfuerzos por transformar el sistema, la Reforma Judicial actual ha generado un intenso debate. ¿Realmente aborda los problemas de raíz o se queda en la superficie, sin resolver las necesidades de la ciudadanía? Expertos en la materia y experiencias cotidianas sugieren que, lejos de solucionar la falta de acceso a la justicia, la reforma podría incluso agravarla si no se mira más allá de los cambios estructurales.
El calvario de la justicia cotidiana: Una historia que se repite
Imagine la siguiente escena: un peatón es agredido por un automovilista en un paso de cebra. Lejos de ofrecer una disculpa, el conductor y otro acompañante descienden del vehículo y propinan una golpiza. Este incidente, que para la víctima fue un acto de violencia inaceptable, marca solo el inicio de un tortuoso camino para acceder a la justicia.
“Sufrí la agresión de un automovilista, yo como peatón cruzando el paso peatonal... Me avienta el carro tocándome, le digo: ¿qué te pasa?, se para, se bajan dos tipos obesos, robustos y me empiezan a golpear...”, relata la víctima.
Pero el calvario no termina con la agresión física. El siguiente paso es la denuncia, un proceso burocrático que consume tiempo y paciencia. “Tiene que pasar a declarar, subo al segundo piso, 40 minutos... y que no le toca a él, cuando una persona abajo te ha dicho que sí, este te manda con la que está enfrente que ya se iba, tampoco me toca a mí, ¿a quién le toca?, con la que está de vacaciones...”, describe la misma persona, evidenciando la ineficiencia y descoordinación en las instancias de procuración de justicia.
A esto se suma la odisea médica para atender las lesiones. “Que tengas que terminar en un MP, con lesiones, primero el calvario de ir al Xoco, porque todos te mandan al Xoco, pues sí, pues saturan el pobre hospital de Xoco...”, una situación que revela la saturación de los servicios públicos y la falta de protocolos claros para la atención a víctimas.
Reforma judicial no arregla el problema de raíz y deja una cifra negra en la justicia
Historias como esta no son aisladas; se replican a lo largo y ancho del país. La raíz del problema, según especialistas, radica en que las reformas no están atendiendo las necesidades básicas de los ciudadanos en su interacción con el sistema.
“El gran problema de la reforma judicial es que no combate los problemas de raíz que impiden a las personas resolver sus problemas”, afirma un experto. “Entonces, el día de hoy, el sistema de justicia no es capaz de resolver los problemas de justicia cotidiana que las personas de a pie requieren...”.
Las cifras respaldan esta preocupación. El INEGI, en su información más reciente publicada en 2024 (correspondiente a 2023), revela un panorama desolador: de los 31.3 millones de delitos ocurridos, solo el 10.4% fueron denunciados. Más preocupante aún es que, de estas pocas denuncias, el Ministerio Público o Fiscalía Estatal abrió una carpeta de investigación en solo el 68% de los casos. Esto significa que un abrumador 92.9% del total de delitos ocurridos no se investigó, lo que se conoce como cifra oculta o cifra negra de la impunidad.
Esta cifra está destinada a aumentar, como señala el especialista: “Aumentará por tres cosas, primero porque nadie quiere denunciar, segundo porque la denuncia se va a ir disminuyendo conforme va pasando el tiempo, precisamente por las carpetas de investigación, que además son muchísimas...”.
La ciudadanía espera soluciones tangibles, no debates rimbombantes. “Este tema de la reforma judicial que de repente nos saturan a todos los ciudadanos, pues, ¿no debería de reflejarse en este tipo de cosas?, más sencillas, más rápidas, más expeditas, como ellos mismos, hasta la palabra rimbombante, expedita...”, se pregunta una voz ciudadana, anhelando un sistema que realmente funcione en su día a día.
Expertos coinciden en que, incluso con nuevos jueces electos, el problema persistirá si no se atiende el primer contacto que un ciudadano de a pie tiene con el brazo de la justicia que es en la ventanilla del Ministerio Público, en la agilidad de los peritajes y en la sensibilidad de los primeros respondientes donde se gesta la confianza en el sistema.