El debate OVNI ¿Mito viviente en tiempos difíciles para la humanidad?

El fenómeno OVNI salió del estigma, hacia una pugna política por la transparencia en Estados Unidos, después del reconocimiento gubernamental de que existen fenómenos inexplicables en sus cielos y mares. Del caso podrían resumirse 3 perspectivas en juego: la escéptica, la securitaria y la pacifista.

Si bien comparten la consigna de transparentar todo el expediente, los activistas están divididos entre abordar a los Fenómenos Anómalos No Identificados -FANI- como amenazas securitarias, o bien como una oportunidad para impulsar un “contacto pacífico”. No es ciencia ficción, filtradores han declarado bajo juramento que el gobierno tiene programas de recuperación de vehículos e ingeniería inversa, así como “restos biológicos no humanos”.

La transparencia es clave en esta pugna apoyada por ambos partidos políticos, Republicano y Demócrata, cuyo eje es denunciar el presupuesto asignado a inteligencia para investigaciones secretas que ni el Congreso puede consultar.

En 2021, la Dirección Nacional de Inteligencia publicó un histórico informe con avistamientos desde 2004, donde constataban que la mayoría no tienen explicación. Esto en respuesta a una exigencia de información impulsada por el Congreso a raíz de que el tema OVNI ganara inercia mediática en 2017, tras los videos filtrados en el New York Times y otras declaraciones de pilotos y militares.

En el informe se admitía por primera vez que existen casos inexplicables y el fenómeno debía estudiarse mejor. Esto catalizó la desestigmatización y devino en audiencias públicas ante el Congreso , donde testigos reiteraron la existencia de programas de recuperación e ingeniería inversa.

A partir de esto, se formó la Oficina de Resolución de Anomalías en Todo Dominio -AARO en inglés-, que ha desmentido estos programas secretos y que el gobierno posea “tecnologías extraterrestres” , aunque confirma que los avistamientos son comunes y su enfoque es estudiarlos con rigor científico. La Casa Blanca también los ha negado. Aunque no hay evidencia pública de estos programas secretos (los testigos entregan sus pruebas en privado), la existencia de fenómenos que desafían explicación ya es un consenso, aunque su naturaleza sigue siendo un misterio. La desestigmatización apunta a estudiarlos mejor.

Además de los famosos videos, en 2017 también se reveló la existencia de un programa secreto para Identificar Amenazas Aéreas Avanzadas -AATIP en inglés-, predecesora de la AARO. Luis Elizondo estaba a cargo del programa, pero lo dejó y se ha convertido en el denunciante más reconocible de la desclasificación.

Elizondo dejó su carrera gubernamental frustrado por la secrecía, y se convirtió en un activista crítico por la transparencia. Como exmilitar y exagente del Pentágono, su pragmatismo apunta a que se legisle desde una perspectiva defensiva-militar. Al frente de su argumento está la vulnerabilidad del espacio aéreo.

“Lue” Elizondo ha criticado a la la AARO y afirma estar contractualmente impedido para hablar de los programas de recuperación. Él y los funcionarios que han testificado- como David Grusch- se alinean con este abordaje defensivo-securitario. Su abogado Daniel Sheehan, veterano del activismo legal (Watergate), opina que una eventual Desclasificación procuraría no alterar las estructuras de poder actuales. Sheehan se inclina por el abordaje pacífico.

El doctor Steven Greer, pionero del activismo por la transparencia en el tema, habla abiertamente de que estos fenómenos nunca han representado una amenaza, y aboga por enfocar los esfuerzos en establecer un “contacto pacífico” oficial con ellos. Steven Greer está lejos de ser una voz marginal: desde los años 90 ha protagonizado los esfuerzos por la Desclasificación.

Greer fundó el Proyecto Disclossure en 1993, y en 2001 reunió a un grupo de oficiales retirados para una conferencia de prensa independiente sobre sus experiencias con el fenómeno OVNI. Fue la primera vez que ex funcionarios admitían el asunto.

La relevancia de Greer está en su red de informantes, sus organizaciones y el activismo civil. No obstante, Greer ha alzado la voz contra oficializar una narrativa bélica, y propone un abordaje pacifista apelando a una cosmogonía que se acerca más a lo espiritual. Retoma los episodios de desactivación de armamento nuclear relacionada con avistamientos, y ha desarrollado “protocolos de contacto” (sic.) y una comunidad de seguidores con ese objetivo.

Desde 1958, en su libro “Platillos voladores: un mito moderno”, Carl Jung barajaba las implicaciones psicosociales de que el fenómeno OVNI fuese real, así como las proyecciones que evocan -como atribuirles orígenes o intenciones-. Jung propone que el fenómeno debe abordarse con apertura y ahonda en los arquetipos que remiten, como las “orbes” y su simbolismo en tradiciones religiosas.

El psiquiatra John Mack (1929-2004), ganador del Pulitzer y académico en Harvard, acuñó el término “Shock Ontológico” para el impacto existencial de sus pacientes, supuestos “raptados”. Mack, con quien el Ejército mandaba a evaluación psiquiátrica a militares que decidían reportar OVNIs, dio un giro a su carrera cuando decidió estudiar el tema a fondo, ante la realidad de que los testigos no padecían trastornos.

La doctora Diana W. Pasulka, académica en teología, opina que John Mack vivió su propio “Shock Epistemológico” cuando aceptó que sus pacientes podían estar en contacto con “Inteligencias No Humanas -INH-”. Pasulka ha puenteado al tema OVNI con la teología académica, y resalta que muchas culturas y tradiciones no occidentales dan por sentado el contacto en su cosmogonía.

Además, ha equiparado a la naciente espiritualidad OVNI con los primeros siglos del cristianismo, cuando las experiencias trascendentales eran vivenciales y en comunidad, antes de la institucionalización de las narrativas religiosas.