El gobierno de Benjamín Netanyahu aprobó en la madrugada del 8 de agosto su plan para ocupar la ciudad de Gaza, mientras en las calles, las masivas protestas sacudían Jerusalén y Tel Aviv. Fueron miles de personas, lideradas por familiares de los rehenes, quienes clamaban por un alto al fuego, pero las autoridades respondieron con una fuerza contundente.

Las autoridades israelíes desplegaron a la policía montada y cañones de agua para disolver las concentraciones. La decisión del gabinete de seguridad de priorizar la vía militar ha sido vista como un portazo a las súplicas de quienes exigen un pacto para liberar a los cautivos.

“La presión militar está matando a los rehenes”

Este fue el grito desesperado que resonó frente a la oficina del primer ministro en Jerusalén. Familiares de los secuestrados y supervivientes de cautiverios anteriores lideraron la manifestación con un mensaje claro: la expansión de la guerra es una sentencia de muerte para quienes aún siguen en manos de Hamás.

A la protesta se sumó la voz del líder del partido opositor Los Demócratas, Yair Golan, quien declaró que “la guerra debe detenerse ahora, los rehenes deben ser liberados. Esto no aporta nada a la seguridad de Israel”. En Tel Aviv, la protesta escaló con la quema de neumáticos y el bloqueo de una arteria principal, lo que culminó con el arresto de nueve manifestantes por parte de la policía.

El otro frente: la rebelión ultraortodoxa contra el servicio militar

Simultáneamente a las manifestaciones por la guerra, otro frente de tensión social estallaba en las mismas ciudades. Grupos de judíos haredíes (ultraortodoxos) bloquearon carreteras en Jerusalén y en Bnei Brak, cerca de Tel Aviv, en protesta por los intentos del ejército de reclutar a estudiantes de yeshivas.

Estas protestas también derivaron en enfrentamientos, con el arresto de al menos cinco personas por arrojar piedras a los agentes, demostrando que el gobierno de Netanyahu enfrenta una crisis de legitimidad en múltiples frentes.

En una noche de fuegos cruzados, tanto en las calles como en el debate político, el gobierno de Netanyahu tomó su decisión.