El 19 de septiembre quedó marcada como la fecha que sacudió dos veces a México. Sismos, que aunque fueron de distinta magnitud, sus daños dejaron pérdidas que aún duelen en la memoria colectiva.

Este 2025, se cumplen ya 40 años de aquel terremoto del 85. Un jueves que a las 7 de la mañana pintaba ser como cualquier otro día, terminó convirtiéndose en uno de los episodios más dolorosos que ha vivido la Ciudad de México (CDMX).

En esa tragedia, los mexicanos aprendimos a organizarnos. A ser la primera respuesta de ayuda, hombro con hombro y uniendo esfuerzos.

Pero el recuerdo de aquel día se volvió a experimentar 32 años después, aunque golpeó de diferente manera a pueblos ubicados en la periferia de la capital, esos que fueron olvidados en el 85, como el pueblo de Santa Rosa Xochiac.

¿Dónde fue el epicentro del sismo de 1985?

El 19 de septiembre de 1985, a las 7:17 de la mañana, la placa de Cocos se deslizó bajo la de Norteamérica en las costas de Michoacán, liberando una energía de magnitud 8.1.

El epicentro se localizó a más de 350 kilómetros de la capital, pero aun así su fuerza impactó brutalmente al entonces Distrito Federal.

Los mayores daños se concentraron en la zona del antiguo Lago de Texcoco, donde se ubican hoy las alcaldías Cuauhtémoc, Venustiano Carranza, Benito Juárez, Iztacalco y parte de Coyoacán.

Mientras que en alcaldías como Álvaro Obregón y Cuajimalpa fueron las que menos daños materiales registraron, y mucho menos víctimas fatales.

Santa Rosa Xochiac: El pueblo espectador del sismo del 85

Fundado en 1704 y ubicado a más de 2,500 metros de altura en la alcaldía Álvaro Obregón, Santa Rosa Xochiac fue de las comunidades menos afectadas por el terremoto del 85, aunque el movimiento se percibió con fuerza en toda la capital.

“Veíamos por las noticias, ahora sí, por estar en la parte alta de la Ciudad de México, se veía el humo de los derrumbes que había en ese instante y por las noticias nos enteramos de la gravedad de lo que estaba pasando” relató Jorge, nativo del pueblo.

Minutos después de que entraran todos los niños a la escuela, Gloria Bernal y su esposo Don Andrés, quienes viven junto a la Secundaria Diurna 105 “José Guadalupe Posada”, recordaron el terror que sintieron, acompañado del grito de los estudiantes asustados.

“Se fue un momento la luz, después regresó y ya prendimos la televisión, fue cuando ya nos empezamos a dar cuenta. Ya las ambulancias y los helicópteros empezaron a venir y después ya empezamos a saber que en el pueblo se habían cuarteado las casas, pero no fue tan grave” narró Gloria.

Mucha tristeza, de ver cómo quedaron los edificios, cómo la gente apachurrada en la televisión, que era lo que más estaban pasando. No, sí fue muy fuerte, fue muy fuerte.

A comparación de una de sus hijas que ayudó en labores de rescate de los tantos edificios derrumbados en el centro de la ciudad, Don Andrés solo pudo ayudar a resguardar a los alumnos de esa secundaria, mientras observaba la estela de caos que se vivía a lo lejos.

Pero tres décadas después, la historia cambió para la comunidad, y de pasar a ser espectadores, vivieron en carne propia los daños del sismo.

El contraste con el sismo del 2017 en Santa Rosa Xochiac

El 19 de septiembre de 2017, a las 13:14 horas, golpeó un sismo de magnitud 7.1, con epicentro en Puebla-Morelos a tan solo 120 kilómetros de la capital. Esta vez, la zona de transición del sur de la ciudad como Tlalpan y Álvaro Obregón resultaron bastante afectados.

A diferencia del 85, donde solo fueron testigos, con el sismo de 2017, Santa Rosa Xochiac sufrió daños directos: al menos 80 casas quedaron inhabitables y la cúpula de su iglesia, que data del siglo XVIII, se agrietó severamente, dejando daños que hasta hoy siguen sin repararse.

Aunque la magnitud fue menor, la cercanía del epicentro hizo que la sacudida fuera más devastadora. Pese a esto, el susto no impidió que fuera la comunidad la primera en reaccionar.

Vecinos organizaron centros de acopio, recibieron víveres y trabajaron de la mano con brigadistas de universidades e instituciones para remover escombros y apoyar a los damnificados.

Aunque el temblor de 2017 fue 30 veces menor que el de 1985, según datos del Instituto de Geofísica de la UNAM, su cercanía provocó estragos en Santa Rosa Xochiac y pueblos aledaños.

De acuerdo con Protección Civil, tan solo en Álvaro Obregón se registraron 380 viviendas dañadas y al menos 80 tuvieron que ser demolidas. Autoridades lo consideraron un movimiento “atípico”, porque superó en destrucción a lo que habían vivido 32 años antes.

A 40 años del 85: la resiliencia y la solidaridad del pueblo

La conmemoración de este 2025 no solo recuerda la tragedia de 1985 en el centro de la CDMX, sino también cómo los pueblos alejados de la capital han tenido que aprender a resistir y reconstruirse.

Santa Rosa Xochiac y otras comunidades son hoy símbolo de esa autogestión: de ver el desastre a lo lejos en 1985, a reconstruirse en 2017.

Una muestra de que la memoria sísmica de la CDMX no se escribe solo en el centro, sino también en la periferia que, a pesar de las grietas, sigue de pie. Pero esta vez con las lecciones aprendidas de los 2 temblores más catastróficos que han azotado a México.