Después de siete años de incertidumbre, la vida le dio una segunda oportunidad a Gabriela Romo. Su hijo, Félix Cotero Romo, de 30 años, reportado como desaparecido desde hace más de tres años, fue encontrado gracias a la viralidad de un video y a la crucial intervención de un colectivo local. Este emotivo reencuentro no solo pone fin a una larga búsqueda, sino que también subraya el desafío de la recuperación de adicciones en Baja California y la importancia del apoyo comunitario en la región.

La patrulla espiritual: Un colectivo clave para la reunión

El reencuentro ocurrió el pasado 22 de julio, después de que Félix fuera abordado por el colectivo “La Patrulla Espiritual” mientras caminaba por el bulevar 2000 en Tijuana. Según Jesús Ignacio Osuna, conocido como “El Chikilín” y miembro del colectivo, el video de Félix se volvió viral en su página.

“Mucha gente se dio cuenta de cómo él andaba totalmente sin voluntad en la calle, viviendo para consumir”, explicó Osuna. Este video llegó a manos de su madre, Gabriela, quien no es muy activa en redes sociales. El 3 de julio, su teléfono no paraba de sonar con mensajes que le confirmaban: “Acabamos de mirar que apareció su hijo”.

La viralidad del video no solo visibilizó la situación de Félix, sino que también demostró el poder de las redes sociales y la comunidad organizada para generar un impacto real. Tras ser localizado, Félix fue trasladado a un centro de rehabilitación donde se le brindó la ayuda y el acompañamiento que necesitaba. “Tuvimos ese encuentro”, relató Osuna, refiriéndose al emotivo momento en que Gabriela y su familia se reunieron con él.

Un camino marcado por la adversidad y la adicción

La historia de Félix es un reflejo de las complejas problemáticas sociales que afectan a muchas familias. Originario de Guadalajara, Félix se mudó a Tijuana con su familia en 2004, siendo el mayor de cuatro hermanos. Tras la separación de sus padres y una infancia difícil, quedó a cargo de sus tres hermanos menores, lo que lo expuso a un entorno social que lo acercó al consumo de sustancias desde muy joven.

“La primera vez que se fue tenía quince años, tardó un año en regresar”, cuenta Gabriela. Su vida se convirtió en un “constante ir y venir, de la calle a la casa”. Aunque intentó buscar ayuda en otros centros de rehabilitación, Félix siempre se escapaba. La situación económica de su madre, quien era madre soltera y trabajaba en una fábrica para sostener a la familia, le impedía cubrir los costos de los programas de rehabilitación.

Félix, ahora en recuperación, confiesa la gravedad de su situación anterior. “Consumía cristal, consumía marihuana, plumas de wax, también latas de spray para bolsear y thinner”, dice. “Iba bien grave... suerte que me haigan traído pa’ acá, porque ya tenía varios años drogándome de diario y andaba vagando en las calles”. Este testimonio resalta la urgencia de programas efectivos de rehabilitación en Baja California y el devastador impacto del consumo de sustancias.

El lado amargo de la esperanza: La desaparición de su hermano

Aunque el reencuentro de Félix es motivo de celebración, la situación deja un sabor agridulce para Gabriela. Meses después de la desaparición de Félix, su hijo menor, Jonathan Eduardo Romo, de 22 años, también desapareció. La última vez que lo contactó fue a través de una llamada telefónica.

La incertidumbre de Gabriela se vio agravada al intentar levantar una denuncia. En la Fiscalía General del Estado le indicaron que no era posible abrir dos fichas de búsqueda simultáneas, lo que la obligó a buscar apoyo en colectivos de la región. La situación de Gabriela, al igual que la de muchas familias, se enmarca en las alarmantes estadísticas de desaparición en el estado. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la tasa de desaparición en Baja California es de 76.12 personas por cada 100 mil habitantes.

“Yo, como madre, siempre dije: Félix está vivo. Más, sin embargo, Jonathan no creo que esté vivo”, afirma Gabriela. Su declaración pone de relieve la desgarradora realidad de las familias que buscan a sus seres queridos y la necesidad de un sistema de apoyo más sólido.

Actualmente, Félix sigue en el programa de rehabilitación, con el apoyo de su madre y su familia. Se espera que en un periodo de seis meses a un año pueda reintegrarse a la sociedad. La historia de Félix y su familia es un recordatorio del poder de la perseverancia, la importancia de los colectivos comunitarios y la urgente necesidad de abordar los problemas de adicción y desaparecidos en Baja California.