Un grave conflicto en el municipio de Moris, ha forzado a cientos de personas de las comunidades Guarijío y Pima a abandonar sus tierras ancestrales, huyendo de una situación de terror. Los desplazados en Chihuahuason familias, que se encuentran dispersas en zonas precarias de ciudades como Chihuahua, Hermosillo y Cuauhtémoc, clamando por el apoyo de autoridades que parecen no ofrecer una solución definitiva a su difícil situación.

Representantes de estas comunidades, quienes pidieron mantener su anonimato por temor a represalias, han manifestado su profunda preocupación. Relataron que, al intentar volver a sus poblados de origen por el miedo a la violencia, fueron recibidos con disparos.

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La desesperación ha llevado a algunos a buscar asilo en Estados Unidos, mientras otros tramitan visas humanitarias, una opción que fue ofrecida por un funcionario del gobierno mexicano que, aunque reconoció la magnitud del problema en la región, admitió que no podía intervenir en la recuperación de las tierras de las que fueron despojados.

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La crisis abarca a una gran cantidad de personas. El número de afectados supera los 300 individuos en un solo grupo, pero el problema es mucho más amplio, afectando a más de tres mil nativos de la zona que han sido forzados a dejar sus hogares.

La falta de respuesta es evidente, ya que ni el poder ejecutivo federal, ni el Senado, ni la Secretaría de Gobernación han ofrecido garantías de seguridad que permitan a los nativos regresar a sus comunidades. La gente se siente abandonada y clama por el derecho a la seguridad que la Constitución les debería garantizar.

Grupos criminales adiestran a personas el uso de las armas

Los grupos criminales, identificados por los afectados como el “cártel de los Salazar”, son señalados como los responsables de sembrar el miedo en la región. Se ha informado que esta organización delictiva, en complicidad con algunos elementos de seguridad, adiestra en el uso de armas a personas en una localidad llamada Masiaca, cerca de la ciudad de Huatabampo, en el estado de Sonora. Los nativos Guarijíos y Pimas se ven atrapados entre la amenaza de los criminales y la inacción de las autoridades, quienes no han garantizado un entorno seguro para sus vidas.

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Los portavoces de las comunidades, que se describen a sí mismos como gente honesta y trabajadora, subrayan que no buscan confrontaciones. Explican que, al no dominar el idioma castellano y comunicarse principalmente en su lengua materna, el guarijío, prefieren mantenerse al margen de conflictos. Sin embargo, su situación actual no les deja otra opción que luchar por su derecho a la paz y a la tranquilidad en su tierra, una petición que continúa sin ser atendida.