A quién culpar del deterioro entre México y Estados Unidos
Por Armando Guzmán
Estados Unidos está intentando lo que en Washington consideran ser una propuesta única: una promesa de sangre a México.
Nosotros, proponen los estadounidenses, detendremos todo el tráfico de armas de fuego a México, si ustedes mexicanos, detienen todo el tráfico de fentanilo a Estados Unidos.
Aquí hay varias aclaraciones que son mandatorias. Primero, ¿no que Estados Unidos ya estaba haciendo todo lo posible para detener ese contrabando de armas?
Segundo, ¿No que México no produce fentanilo?
Quizás lo razonable es que la propuesta sea, ¿por qué no intentamos regresar a cero y empezar de nuevo por ahí?
Los estadounidenses se quejan de que el gobierno mexicano ya no comparte ni la más mínima información sobre su combate a los cárteles, y al mismo tiempo en Estados Unidos se empieza a cuestionar, quién o quienes ayudan a los narcos mexicanos a pasar sus productos de este lado.
¿Cómo llegamos aquí?
AMLO, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, el lunes 9 de enero, empezó el 2023 con una declaración hacia Estados Unidos. De presidente a presidente AMLO le pidió a Joe Biden que terminara con los muchos años con los que el continente ha sentido la total indiferencia estadounidense.
El presidente mexicano dijo entonces con mucha franqueza y con mucha razón, "… presidente Biden, usted tiene la llave para abrir y mejorar sustancialmente las relaciones entre todos los países del continente americano” …
“Es hora de acabar con este olvido, este abandono, este desdén hacia América Latina y el Caribe, opuesto a la política del buen vecino”.
Joe Biden malinterpretó la pregunta, y respondiendo afirmó “En los últimos 15 años, Estados Unidos gastó miles de millones de dólares en el hemisferio”.
Biden creyó que López Obrador le estaba pidiendo dinero.
“Desafortunadamente”, dijo Biden, “nuestra responsabilidad no termina con el hemisferio occidental; Europa central, Asia, África, y el Sudeste asiático también necesitan las ayudas millonarias de Estados Unidos”. Es cierto que el presidente mexicano había pedido desde el gobierno anterior de Donald Trump que Estados Unidos aumentara las inversiones en los países de origen de los migrantes que cruzan México para intentar llegar a su frontera norte.
Pero lo hizo bajo la idea de que la solución a la miseria, la desesperación, el desempleo y la enorme falta de seguridad en Centroamérica y en Haití no les han dado a los habitantes de esa región otra solución viable, y que esos países necesitan inversiones que resulten en trabajos para la gente y que eso los retenga en sus lugares de origen. Los miles de migrantes de Cuba y Venezuela debido a los daños de décadas de un comunismo chambón, mal aplicado y ejecutado necesitaban también de soluciones creativas.
Pero dos años antes en su primer día como presidente el 20 de enero del 2021 a Biden ya se le había ido la lengua, y en su U.S. Citizenship Act of 2021 (Ley de ciudadanía estadounidense del 2021) ya había prometido que las puertas del “coloso del norte” se abrirían para todo el que ambicionara conquistar el sueño americano.
Biden dijo, “Vengan a Estados Unidos, en donde el asilo justo para los que lo necesitan seguirá siendo nuestra inspiración y nuestra guía” … La gente le creyó.
Tuvieron que pasar casi dos años para que el presidente de Estados Unidos hiciera su primera visita oficial a México. No para responder con creatividad al llamado mexicano, sino para asegurarse que su socio del sur seguiría poniéndole un tapón a su frontera sur para que los cientos de miles de inmigrantes no le causarán a Estados Unidos un problema político.
En Washington, los opositores de Biden lo acusan de pasarse dos años haciéndose de la vista gorda ante la enorme crisis humana de la migración desordenada.
La verdad, Estados Unidos no ha hecho su parte en buscar soluciones serias ni a la cuestión migratoria, ni al tráfico de drogas.
Por eso, cuando Biden llegó a la frontera en la ciudad de El Paso, el gobernador de Texas, fue a recibirlo a la misma puerta del avión para en su cara acusarlo de haber convertido la frontera en una coladera. Como Biden se negó a verlo, el gobernador detalló sus reclamos en una carta que hizo pública.
Desde entonces Estados Unidos ha seguido hablando de una “solución regional” que nunca se ha materializado.
Al drama de la frontera lo agrava el complejísimo problema del fentanilo, la droga sintética que es hasta 50 veces más poderosa que la heroína, y cuya producción y tráfico son controlados por cárteles mexicanos con precursores químicos provenientes de China.
Según el propio diagnóstico de la Casa Blanca sobre drogas y narcotráfico casi dos tercios de las 107,000 muertes por sobredosis registradas en los Estados Unidos en 2021 involucraron opioides sintéticos.
El fentanilo se fabrica en zonas rurales mexicanas y en zonas urbanas de Estados Unidos y como esa producción no tiene límites, inunda el mercado de las drogas ilegales con cantidades industriales. Solo en el 2022 la cantidad de fentanilo incautada en Estados Unidos fue mayor de lo que se necesitaría para matar a toda la población estadounidense. Solo piense en esta cifra. Y eso es lo incautado que siempre es un poco más del 10% de lo que entra, y se distribuye por Estados Unidos.
Los mexicanos reclaman cuando escuchan sobre los muertos estadounidenses, porque ellos han puesto muertos también. Más de 340,000 mexicanos desde que México en el 2006, desplegara a sus fuerzas armadas a las calles para destruir a los cárteles de la droga.
Esa estrategia fue muy efectiva para bañar de sangre a México, pero nada más. Los cárteles no fueron destruidos. Hoy existen por todo México, y por todo Estados Unidos también. Los mexicanos se quedan con la boca abierta al enterarse de que son las mismas organizaciones criminales mexicanas, asociadas con pandillas y grupos criminales locales, quienes distribuyen su droga en todos los círculos de la vida estadounidense.
La gran diferencia es que en México, los cárteles son visibles porque existe una enorme complicidad con sus socios privados y oficiales que les da inmunidad a sus delitos. En Estados Unidos no se atreven a hacerlo porque aquí el sistema judicial es fuerte y poderoso, y las policías son más difíciles de corromper, aunque eso ocurre también.
En Washington se sabe que hay asociados fronterizos estadounidenses de los cárteles, pero nadie ha hecho nada para descubrirlos y desenmascararlos. La droga entra a Estados Unidos por sus puertos y sus fronteras.
Hace unos días, el secretario de Estado, Anthony Blinken, les dijo a dos comités del congreso que el 96% de la droga… “entra Estados Unidos por los puertos tradicionales de carga, escondida entre los millones de contenedores de mercancía regular entrando y saliendo diariamente de Estados Unidos”.
Blinken reclamó a los congresistas, “existe la tecnología para revisar esa mercancía, pero ustedes no han aprobado los fondos para ponerlo en práctica”. Después de la comparecencia de Blinken, los mismos congresistas propusieron reducir el gasto de vigilancia en la frontera y usar ese dinero en reducciones de impuestos a los más ricos.
Al mismo tiempo en el Capitolio se ha enfatizado que el diagnóstico sobre drogas ilegales de la Casa Blanca afirma que en Estados Unidos existen ya 38.4 millones de estadounidenses, sin acceso a servicios de desintoxicación, que por eso requieren de drogas ilegales todos los días.
A pesar de lo anterior, hay una constante de exasperación ante lo que parece complicidad del gobierno de México con sus cárteles. Y por eso hay una minoría en el congreso, que sin tomar en cuenta la historia reciente, proponen una guerra frontal armada contra los carteles en suelo mexicano.
Quizás usted no esté de acuerdo con que el presidente de México lance provocaciones diarias y hasta insultos en contra de Estados Unidos, diciendo que México es más seguro, que el reporte de derechos humanos es un ataque de los burócratas del “Departamentito de Estado”, que las prohibiciones de viaje a México, son un atentado en contra de su gobierno etcétera, etcétera, etcétera.
Quizás ese lenguaje no sea diplomático. Quizás los editoriales en los diarios estadounidenses llamando al presidente mexicano una amenaza para la democracia en ambos lados de la frontera, no ayudan a pactar nuevas soluciones. Pero lo que sí está claro es que hay exasperación en los dos países, hay frustración en los dos países y por eso las cosas parecen empeorar.
El llamado de AMLO a no dejar en el abandono al continente, no se escuchó en Washington.
En ese ambiente es difícil decir quién es más culpable de este deterioro entre dos países que antes se decían amigos y socios.
Por eso, la nueva propuesta de detener a las armas en Estados Unidos, si México detiene al fentanilo en su territorio, merece ser considerada seriamente en los dos países.