La infección por el virus del sarampión es ampliamente reconocida como una de las causas más frecuentes de pérdida auditiva adquirida en la infancia. Si bien la inmunización preventiva contra esta enfermedad puede, en ocasiones, generar efectos secundarios similares a las complicaciones del padecimiento natural, hasta la fecha no se ha documentado la pérdida de la audición como consecuencia de la aplicación del biológico.

El sarampión puede causar pérdida auditiva a largo plazo en la infancia

Existe el registro de un caso clínico en el que se presentó inflamación cerebral (encefalitis) y una disminución severa de la capacidad auditiva neurosensorial después de la vacunación.

En medio de la reciente atención a nivel mundial sobre la propagación de este virus, un peligro que rara vez se subraya es el potencial deterioro auditivo a largo plazo. Múltiples investigaciones han establecido un vínculo entre haber padecido sarampión y la manifestación de problemas auditivos en etapas posteriores de la vida, específicamente entre los 20 y 30 años.

El doctor Kenneth Brookler, experto en oído interno e investigador de la Clínica Mayo, ha dedicado años al estudio de esta conexión. El especialista señala que esta forma de disminución auditiva, conocida como otosclerosis, es en gran medida evitable.

Investigación muestra vínculo entre sarampión y problemas auditivos en adultos jóvenes

Según su advertencia, una secuela del sarampión puede ser un deterioro de la audición que avanza de manera imperceptible, llevando a los afectados a requerir procedimientos quirúrgicos.

La situación puede empeorar a tal grado que los dispositivos amplificadores convencionales dejan de ser funcionales, obligando a los pacientes a recurrir a un implante coclear. Brookler enfatiza que esta dramática evolución puede evitarse por completo mediante la vacunación oportuna durante la niñez.

¿Qué es el sarampión?

El sarampión es una enfermedad de origen viral extremadamente contagiosa provocada por un germen perteneciente a la familia de los Paramixoviridae.

Los seres humanos son el único reservorio de este patógeno. La transmisión ocurre mediante la dispersión de microgotas en el aire o a través del contacto directo con las secreciones nasales o faríngeas de un individuo infectado.

El periodo de incubación de la enfermedad es de siete a veintiún días, con un promedio de catorce días. La capacidad de contagio comienza cuatro días antes de la aparición del sarpullido y se extiende hasta cuatro días después.

Síntomas del sarampión

El cuadro clínico se distingue por la presencia de fiebre, tos, irritación ocular (conjuntivitis), secreción nasal (coriza), y la aparición de unas pequeñas máculas blanquecinas o azuladas sobre base rojiza en la mucosa bucal, conocidas como manchas de Koplik.

La erupción característica en forma de mancha y pápula aparece alrededor del día catorce posterior a la exposición, inicia en la cabeza y avanza hacia el resto del cuerpo, con una duración de cuatro a siete días, para luego comenzar a desprenderse en forma de escamas finas.

Los casos más severos de la enfermedad se presentan con mayor frecuencia en menores que sufren de desnutrición o en aquellos que tienen un sistema inmunitario debilitado. En comunidades que enfrentan altos índices de carencias nutricionales y falta de acceso a servicios sanitarios adecuados, la tasa de mortalidad puede alcanzar hasta el diez por ciento de los casos.

Las complicaciones más comunes, resultado de la multiplicación del virus o de una infección bacteriana secundaria, incluyen infecciones del oído medio (otitis media), inflamación pulmonar (neumonía), inflamación de las vías respiratorias (laringotraqueobronquitis) y la inflamación del cerebro (encefalitis).