Es una observación común entre quienes comparten su vida con un can: los perros grandes suelen tener una expectativa de vida considerablemente menor que sus contrapartes más pequeñas, en ocasiones viviendo solo la mitad del tiempo.

Este fenómeno, que afecta a millones de dueños, es un área que aún requiere mayor investigación, según explica José Guadalupe Aranda, académico de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM. “Este es un fenómeno multifactorial sobre el que nos falta estudiar más”, señala el experto.

La genética y la dieta son factores clave en la longevidad de los perros

En promedio, la vida de un perro gigante se extiende entre los siete y los diez años, mientras que la de un perro pequeño puede oscilar entre los quince y los dieciocho años. El especialista incluso recuerda haber atendido a un can de veintidós años. Esta notable diferencia en longevidad se vincula, en parte, con el metabolismo, un factor crucial en el desgaste de las funciones físicas y biológicas.

Al comparar a un perro de talla pequeña con uno grande, el corazón del segundo trabaja con una intensidad superior para bombear sangre a todos sus órganos, y sus células demandan una mayor cantidad de energía y recursos. El tamaño, en este sentido, influye directamente en la velocidad de envejecimiento del animal.

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Si se intentara comparar la edad canina con la humana —más allá de la poco precisa equivalencia de “siete años perro por cada año humano"—, un gran danés que viviera siete años sería comparable a un humano de 49. En contraste, un caniche toy que alcanzara los dieciocho años se equipararía a una persona de 127 años, o incluso 154 si se considera el caso excepcional de 22 años mencionado por el profesor Aranda.

Esta amplia variabilidad en la esperanza de vida se debe a las enormes diferencias morfológicas entre las razas modernas de perros domésticos (Canis lupus familiaris), donde un chihuahua adulto puede pesar apenas dos kilogramos, mientras que un San Bernardo puede superar los ochenta. Esta diversidad dificulta establecer promedios o generalizaciones absolutas.

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Un ejemplo notorio son los perros braquicéfalos (de hocico chato), como los pugs o los bulldogs franceses e ingleses, que tienen una expectativa de vida considerablemente más corta que los dolicocéfalos (de hocico largo) o los mesocefálicos (con hocico normal).

Esta menor longevidad no solo se relaciona con la forma de su cráneo, sino también con factores genéticos asociados a enfermedades como el cáncer. Estos animales, además, a menudo desarrollan problemas cardíacos o respiratorios debido a una respiración deficiente, convirtiéndose en pacientes con más problemas crónico-degenerativos. El profesor Aranda califica como “terribles” las modificaciones genéticas a las que se les ha sometido con el único fin de hacerlos lucir más “lindos” y chatos.

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Dieta en perros influye en la duración de su vida

Otro factor que incide significativamente en la longevidad de los perros es la dieta. El doctor José Guadalupe Aranda advierte sobre dos tendencias alimenticias que se han popularizado entre los dueños de mascotas y que pueden ser perjudiciales: el suministro de alimento crudo (dieta BARF) y la adopción de una dieta vegana.

Mientras que la primera puede exponerlos a enfermedades como la salmonela, la segunda puede causar deficiencias nutricionales, ya que, aunque los perros no son carnívoros estrictos (a diferencia de los gatos), una alimentación exclusivamente vegetal puede privarlos de nutrientes esenciales. El especialista recomienda apegarse a las dietas convencionales, las cuales han demostrado mayores tasas de supervivencia en perros de cualquier tamaño.

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Recomendaciones para alargar y darle una calidad de vida a los perros

El especialista enfatiza que, si bien hay aspectos incontrolables como el tamaño, el metabolismo o la genética, los dueños pueden hacer mucho para procurar una vida más prolongada a sus perros. Es evidente que un animal obeso o con una alimentación deficiente tiende a vivir menos que uno en su peso óptimo. Asimismo, los perros que reciben atención veterinaria regular suelen ser más sanos y vivir más tiempo.

Por ello, la recomendación es llevar a los perros a revisiones periódicas, especialmente cuando alcanzan la vejez, que para las razas gigantes comienza a los cuatro años y para las pequeñas a partir de los siete. Estudios preventivos como revisiones cardíacas, auscultaciones, análisis de sangre, ultrasonidos y radiografías de tórax son cruciales para detectar anomalías a tiempo.

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