La nostalgia que hay sobre tiempos anteriores se alimenta del recuerdo idealizado de nuestros antecesores, olvidamos (u obviamos) aspectos para idealizar esas épocas; no nos percatamos que vivimos los años maravillosos hasta que estos se han ido. Pero, ¿de verdad fueron gloriosos o lo creemos porque alguien más así lo cuenta?
Nos invaden por los medios con el discurso de la grandeza de México, de volver a las raíces de las que nos hemos distanciado. Nuestras raíces siempre han estado presentes, pero nuestro presente lo define todo lo que fue añadiendo en el camino. No somos solamente las tradiciones prehispánicas que se llevaban a cabo en el espacio que hoy habitamos, somos la música que llegó de España, que a su vez se influenció por los siglos de influencia árabe que permearon en el idioma, los rasgos étnicos, la comida y más. Todas las religiones que se practican en nuestro país son parte de esa riqueza cultural e histórica. Sería limitante e ingenuo encapsular al país como cristiano, como católico o en un solo concepto religioso de animismo o politeísmo prehispánico. Limitar nuestra cultura e historia a lo que precedió a la conquista es negar la riqueza cultural que trajo consigo la migración de los últimos siglos.
Ese discurso no tiene su razón de ser en una identidad nacionalista, de un concepto cultural delimitado. Es utilizado para justificar decisiones que amenazan nuestra libertad, modificando el estatus quo como destacar la burla que está convirtiéndose el poder judicial y elección de jueces por medio de tómbola, con la idea que somos el único país que los vota de manera popular. Pero el cambio por decisión autoritaria no es una respuesta eficiente ante las amenazas externas en tiempos modernos.
El pesimismo respecto a los problemas actuales aumenta porque se viven aquí y ahora, y los problemas anteriores han perdido gravedad desde nuestra percepción debido a la distancia temporal que cada día crece más. Pero cualquier problema olvidado puede volver si ignoramos cómo manifiesta su aproximación poco a poco.
Siempre habrá alguien que comulgue con nuestras convicciones, la tecnología minimiza la brecha entre nosotros y pondrá barreras virtuales con quienes no compartimos ideales.
La radicalización de la sociedad es cada vez más visible, las ideas progres ahora son calificadas de Woke en el más despectivo y extremo grado del espectro. Una idea
considerada conservadora es vista como retrógrada y represiva. O estamos a favor del progreso o estamos en contra, esa división nos la aplican en muchos ámbitos, y los gobiernos con tintes autoritarios nunca han sido la excepción.
Este exceso de información es un arma de doble filo, si nunca hemos tenido acceso a tantos datos, opiniones y recursos mediáticos. Ahora debemos ser sumamente selectivos y críticos de lo que leemos, escuchamos y observamos. El majestuoso menú de información que tenemos en las manos cada vez que levantamos el celular puede llevarnos a una fuente que nos dé datos certeros y respaldados, como también puede servir como simple distracción de los acontecimientos trascendentes que son ocultos por el mismo algoritmo que se alimenta en cada clic y selección que hacemos en la red. De nosotros depende el poder que decidamos tener a partir de nuestro conocimiento.