La voz de una mujer que clama por justicia resuena con dolor y frustración, una voz que ha enfrentado la indiferencia y las amenazas. Su hija, Lulú, fue víctima de feminicidio hace seis años y cinco meses, el 7 de febrero de 2019, a la joven edad de 25 años.

Dos días después de la tragedia, Anita, su madre, encontró el cuerpo de Lulú en las aguas negras del canal de San Isidro. Se presume que fue por sumisión, y que la ahogaron, con las manos cubiertas. A partir de ese momento, comenzó una ardua batalla que primero la enfrentó directamente con las autoridades.

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Falta de empatía en las autoridades ante feminicidio de Lulú, acusa

Para Anita, la falta de empatía es palpable entre los funcionarios, quienes, lejos de apoyar, son los primeros en revictimizar a las familias. Relata que son ellos quienes archivan los expedientes y, en ocasiones, intentan extorsionarlas.

A esta dolorosa búsqueda de justicia se sumó una responsabilidad abrumadora: la crianza de sus nietos. Anita tuvo que dejar de ser abuela para convertirse en madre de un día para otro, con cuatro pequeños a su cargo, dos de ellos aún lactantes y dos usando pañales.

Anita padece el síndrome de Sjögren

La difícil situación ha empeorado con la aparición del síndrome de Sjögren, que le ha afectado seriamente la vista, especialmente las glándulas que producen lágrimas y saliva, causando sequedad en ojos y boca.

Esta condición ha llegado a un punto crítico. La falta de médicos y medicamentos en las especialidades de Ixtapaluca agrava su situación. A pesar de todo, Anita insiste en la necesidad de mantenerse fuerte por el bien de sus nietos; su hija mayor, por ejemplo, ya se encuentra en la preparatoria.

Han pasado más de seis años y medio, y el feminicidio de su hija Lulú sigue sin castigo. La madre clama a las autoridades que dejen de difundir promesas vacías en sus plataformas digitales. Cuestiona la utilidad de las promesas de apoyo en casos de homicidios, desapariciones y feminicidios que se repiten año tras año y gobierno tras gobierno, si al final, dice, “son puras promesas”.

Lo único que sí se cumple es la promesa que Anita le hizo a su hija Lulú. Constantemente, frente a la fotografía de su hija, le repite que su mayor justicia es ver a sus hijos bien alimentados, sanos, continuando sus estudios y, sobre todo, protegidos de cualquier daño. Es una lucha que, más allá de la negligencia institucional, se sostiene por el amor incondicional a sus nietos y la memoria de su hija.