En el vertiginoso ecosistema mediático, saturado de ruido y fragmentación, emerge una nueva propuesta que busca no solo informar, sino conectar los puntos neurálgicos del poder continental. Se trata de “Armando la Agenda con Amada”, un podcast semanal que se estrena con la ambiciosa promesa de desentrañar la compleja agenda política que se dicta desde Washington y repercute, inevitablemente, en la Ciudad de México y el resto de Latinoamérica.

El formato es, en apariencia, sencillo: dos periodistas veteranos, uno en cada capital, en un diálogo sin filtros. Pero la ejecución, desde su primer episodio, revela una profundidad y un acceso que lo distinguen de inmediato.

Los anfitriones son Amada Castañón, jefa de la sección internacional de Fuerza Informativa Azteca, desde la Ciudad de México, y Armando Guzmán, corresponsal veterano en Washington D.C. Su dinámica no es la de dos analistas distantes; es la de colegas que, como ellos mismos revelan, “trabajan así todos los días”. Castañón, con la visión panorámica desde el epicentro latinoamericano; Guzmán, con el pulso directo de los pasillos del poder estadounidense, siendo uno de los “dolores de cabeza” de su jefa en la capital norteamericana. Esta sinergia, forjada en la redacción diaria, se traduce en un producto que se siente a la vez profesional y visceralmente personal.

La promesa de un diálogo sencillo y claro

El nombre del programa es un juego de palabras que encapsula su misión: “armar” un rompecabezas informativo para la audiencia, con Armando Guzmán como guía. La filosofía, como anuncian al cierre del primer episodio, es de total apertura y franqueza, un espacio “a corbata quitada”.

Lejos de la rigidez del noticiero tradicional, buscan crear una comunidad, un punto de encuentro para “amigos” que no solo consuman información, sino que la debatan y la enriquezcan. Esta vocación de diálogo bidireccional se apoya en la libertad del formato podcast, que les permite explorar temas con la profundidad y el tono incisivo que la inmediatez televisiva a menudo coarta.

El episodio inaugural es una demostración de fuerza periodística. Con una agenda que salta de la gélida Alaska a la tensa frontera México-Estados Unidos y de ahí al corazón de la crisis venezolana, el programa establece de inmediato su capacidad para tejer las complejas hebras de la geopolítica contemporánea en una sola y coherente narrativa.

Y para marcar su debut, consiguen un invitado que define el calibre de su acceso: Juan Guaidó, reconocido por decenas de países, incluido Estados Unidos en su momento, como presidente de Venezuela. Un “padrino de lujo” que no solo opina, sino que ofrece un testimonio directo desde el centro de uno de los conflictos más volátiles del hemisferio.

El fantasma de Alaska: Ucrania como prólogo a la tensión americana

El programa inicia su análisis no en América, sino en el extremo norte del Pacífico, en Alaska. Allí, una reunión entre el presidente estadounidense Donald Trump y el líder ruso Vladimir Putin encendió las alarmas en las capitales europeas. Guzmán detalla con precisión el pánico que se apoderó de Europa cuando vieron a un Trump que parecía actuar “como si fuera el portavoz” de Putin, dispuesto a dictar los términos de la paz al presidente ucraniano Volodímir Zelenski.

La reacción fue inmediata y contundente. En un hecho que los anfitriones califican de histórico, una comitiva sin precedentes de líderes europeos —cinco jefes de Estado, la presidenta de la Comisión Europea y el líder de la OTAN— descendió sobre la Casa Blanca. Su misión, según el análisis de Guzmán, era clara: formar un frente común para recordarle a Trump quiénes eran sus aliados y advertirle: “No te dejes, te está usando”.

La imagen es poderosa: nunca en los 225 años de historia de la Casa Blanca se habían reunido tantos líderes mundiales para, en esencia, “echarle montón” a un presidente estadounidense en su propio despacho.

Pero el podcast no se queda en la anécdota diplomática. Traza una línea directa y ominosa hacia el continente americano. La pregunta que Armando Guzmán pone sobre la mesa es crucial y define el hilo conductor del episodio: ¿Qué pasa si Putin le toma el pelo a Trump? Si el presidente estadounidense emerge de la crisis ucraniana “como un perdedor, como un tonto”, su necesidad de proyectar fuerza en el escenario internacional buscará otro objetivo.

“Va a tener que hacer algo más en relaciones internacionales”, advierte Guzmán. Es entonces cuando el foco se desplaza miles de kilómetros al sur. Venezuela podría ser la otra salida. Esta conexión convierte el conflicto en Europa del Este no en un tema lejano, sino en el potencial catalizador de una intervención militar en el Caribe, evocando el espectro de la invasión a Panamá de 1989 que derrocó a Manuel Noriega.

La fricción soberana: un anuncio de la dea enciende la relación con México

De la geopolítica global, el podcast gira hacia la siempre compleja y delicada relación bilateral entre México y Estados Unidos. El detonante: un comunicado unilateral de la Administración de Control de Drogas (DEA) anunciando un programa de entrenamiento para 150 guardias y policías mexicanos. La reacción en México fue de furia. La presidenta mexicana, según relata Guzmán, “estaba furiosa” al declarar no haber sido informada de tal acuerdo.

El incidente, aparentemente un error de procedimiento del nuevo y “muy verde” administrador de la DEA, Terry Cole, sirve como un microcosmos perfecto de la tensión histórica entre ambos países. Amada Castañón contextualiza con precisión: la cooperación en materia de seguridad siempre ha existido, con agencias estadounidenses operando en México con sistemas de inteligencia, drones y vigilancia satelital, pero siempre bajo la autorización y el conocimiento del gobierno mexicano. Este nuevo “Programa Portero”, anunciado sin la debida coordinación, rompió un protocolo diplomático fundamental.

Guzmán aprovecha para hacer un recorrido histórico de esta colaboración, mencionando la Iniciativa Mériday programas más antiguos que se remontan a los años 70, como la Operación Cóndor (mencionada en el podcast como “Operación Tso"), que buscaba la erradicación conjunta de plantaciones de amapola. Sin embargo, la esencia del conflicto actual, como bien apunta Castañón, reside en la retórica y la narrativa. La presidenta mexicana traza una línea clara: “cooperación sí, subordinación no”. Este principio choca frontalmente con la narrativa que Trump proyecta para su base electoral, como cuando declaró ante funcionarios canadienses que México “hace lo que Estados Unidos le dice”.

La anécdota que introduce Guzmán sobre un “estupidómetro” canadiense —un medidor de las falsedades de Trump en su relación con Canadá— añade un toque de humor mordaz que subraya un problema de fondo: la diplomacia de la era Trump, a menudo impulsiva y performática, genera una fricción constante que obliga a sus socios a “aguantarse” para no escalar las crisis. El episodio del “Programa Portero” se convierte así en una advertencia: la cooperación, por más necesaria que sea, pende de un hilo cuando la soberanía y el respeto diplomático son ignorados.

La hora de la verdad en Venezuela: un presidente en el banquillo

El segmento central y más contundente del episodio es la entrevista con Juan Guaidó. El programa lo presenta no como un simple opositor, sino como el hombre que fue reconocido por la Asamblea Nacional y decenas de países como el legítimo presidente de Venezuela en 2019.

Su testimonio no es el de un analista externo, sino el de un protagonista directo del conflicto. La conversación es directa, sin rodeos, y se centra en la acusación que la administración Trump ha puesto en el centro de su política hacia Venezuela: que el régimen de Nicolás Maduro no es un gobierno, sino una organización criminal.

La primera pregunta de Armando Guzmán es lapidaria: ¿Existe el Cartel de los Soles? La respuesta de Guaidó es inequívoca: “Existe como existe lamentablemente el narcotráfico en Latinoamérica”. Procede a nombrar a figuras clave como Hugo “El Pollo” Carvajal, exdirector de inteligencia de Chávez y Maduro, ya condenado en Estados Unidos por narcotráfico.

Guaidó argumenta que la recompensa de cincuenta millones de dólares por Maduro —superior a la que se ofreció por Osama bin Laden— no es por robarse una elección, sino por dirigir un aparato criminal transnacional vinculado al ELN, las disidencias de las FARC y el Tren de Aragua.

Desmantelando al “Cartel de los soles": el testimonio de Guaidó

A lo largo de la entrevista, Guaidó construye metódicamente su caso, desmantelando la fachada política de Maduro para exponer lo que él define como una estructura mafiosa. Explica el origen del nombre del cartel: las insignias en forma de sol que portan los generales de alto rango en las Fuerzas Armadas venezolanas, algunos de los cuales, subraya, son cómplices necesarios del negocio. Esta estructura, compara, funciona como los anillos de seguridad de los regímenes soviético y cubano: “si uno se cae, se caen todos”, un sistema de lealtades forzadas por la complicidad criminal.

Cuando Amada Castañón le pregunta por el despliegue militar estadounidense en el Caribe, Guaidó lo interpreta no como una amenaza de invasión, sino como una operación antinarcóticos a gran escala que señala directamente a Maduro como “el jefe de esta operación criminal”. Insiste en que este es un cambio semántico crucial: antes se sancionaba a funcionarios aislados; ahora, el Departamento de Estado, la Fiscalía General y el propio presidente de Estados Unidos acusan a Maduro de ser el “jefe del cartel”.

Guaidó proyecta una imagen de un Maduro cada vez más aislado y vulnerable. Pinta un cuadro devastador para el líder venezolano: "¿Imagínate ser Maduro y que tu amigo (Trump) se esté estrechando las manos con Putin en Alaska mientras te señala a ti como el jefe del cartel de drogas?”.

Menciona la precariedad de su alianza con Irán y concluye que “los amigos de Maduro ya no son tan amigos de Maduro”. Desestima con sorna las amenazas del régimen, como la supuesta movilización de cuatro millones de milicianos: “Maduro ni esa cantidad de votos sacó", afirma, comparando su bravuconería con la de un debilitado Noriega “blandiendo un machete” antes de su caída.

El testimonio de Guaidó no solo corrobora la narrativa de Washington, sino que le añade una capa de legitimidad interna, la de la oposición venezolana que, según sus palabras, ha denunciado esta realidad durante años. Su presencia en el podcast sirve como el anclaje argumental de todo el episodio, conectando la política de alta tensión de Trump con la cruda realidad de un país secuestrado por lo que él define, sin matices, como el crimen organizado.

El veredicto de la agenda

Al concluir su primer episodio, “Armando la Agenda con Amada” deja una impresión duradera. Más que un resumen de noticias, ofrece una tesis sobre la interconexión del poder en el hemisferio. El programa demuestra cómo las decisiones tomadas en los corredores de Washington o en una remota reunión en Alaska no son eventos aislados, sino piezas de un dominó que pueden caer sobre la frontera mexicana o las costas de Venezuela.

La conversación fluye desde la estrategia global hasta el costo personal de la política, desde el análisis de la cooperación en seguridad hasta el testimonio de un hombre que encarnó la esperanza de un cambio para millones. Desde dos capitales, Guzmán y Castañón no solo reportan la agenda; la desarman pieza por pieza, revelando un tablero donde la próxima jugada en Kiev puede determinar el destino de Caracas, y una frase mal calculada en Washington puede desatar una tormenta en la Ciudad de México.

El juego ha comenzado, y este podcast se ha posicionado como uno de sus cronistas indispensables.