Dulce, una expolicía torturada, ha pasado más de 13 años en prisión por un robo y secuestro que asegura no haber cometido. A pesar de las pruebas que demuestran su inocencia, su caso se ha convertido en un símbolo de las injusticias del sistema judicial mexicano.
El calvario de una mujer, exagente federal, comenzó hace más de una década, cuando dos vehículos la detuvieron. Ella relata que, en un instante, le cubrieron la cabeza con una bolsa, lo que marcó el inicio de su tormento. En un primer momento, pensó que se trataba de un secuestro, pero la verdad pronto se hizo evidente: iba a ser acusada de robo y de un tipo de secuestro exprés.
Durante los más de 13 años que ha permanecido tras las rejas, Dulce, como se le conoce, sostiene que nunca ha tenido la oportunidad de conocer a la persona que la señaló. A pesar de su derecho a saber quién la acusaba, hasta el día de hoy sigue sin conocer la identidad de sus denunciantes.
De proteger a ser señalada: El calvario de una exagente federal en un sistema que le falló
Los hechos que cambiaron su vida se remontan a 2011. En ese momento, era una agente federal con base en la Ciudad de México y había sido enviada a reforzar la seguridad en el marco de unos juegos deportivos en Guadalajara, Jalisco.
A su regreso, fue inculpada por un robo y secuestro que, según la acusación, se cometió en la capital del país, justamente en las mismas fechas en las que ella se encontraba fuera de la ciudad por motivos laborales.
Descripción física no coincide con rasgos de exagente inculpada
A pesar de haber presentado su bitácora de trabajo y su identificación que acreditaban su estancia en Guadalajara, fue incriminada. Para agravar la situación, las descripciones físicas dadas por quienes la acusaron no coincidían con sus características reales.
La señalaron como una mujer de piel clara con muchas marcas en el rostro y cabello rubio. Sin embargo, su identificación oficial del evento deportivo, presentada como prueba, mostraba claramente que su piel era morena, carecía de marcas faciales y su cabello era de un tono rojizo, detalles que, a pesar de su relevancia, no fueron considerados.
Más de 13 años de reclusión, el costo de una condena injusta
Dulce fue condenada a una larga sentencia de 70 años de prisión, a pesar de que la Suprema Corte de Justicia ordenó la revisión de las pruebas, al considerarlas ilícitas. Además, asegura que, estando embarazada, perdió a sus bebés mellizos como resultado de las agresiones físicas que sufrió durante su detención.
Relata haber recibido descargas eléctricas, cortes y quemaduras de cigarro en todo el cuerpo, a pesar de haber suplicado que no la lastimaran por el bienestar de sus futuros hijos.
Actualmente, Dulce se encuentra en un penal de la Ciudad de México y considera que su caso es un ejemplo de la difícil situación que enfrentan muchas personas inocentes en prisión.
Reconoce que la opción de un indulto presidencial, aunque posible, es un proceso complicado por cuestiones políticas. Con una voz que asegura no ha sido escuchada, hace un llamado al gobierno de México y en particular a la presidenta para que analicen su caso y le den la oportunidad de reencontrarse con su hijo y su esposo. Su deseo es que se haga justicia, se reconozca su inocencia y se repare la injusticia que ha sufrido, que aún le deja secuelas.