En el pulso acelerado de México, donde cada muro cuenta una historia, la narrativa más íntima se escribe sobre la piel. Hoy, 17 de julio, el mundo conmemora el Día del Tatuaje, una fecha que trasciende la simple celebración estética para reconocer una forma de arte ancestral que ha mutado en un lenguaje universal de identidad, memoria y, en ocasiones, de pura rebeldía.
Pero para entender la tinta, hay que escuchar a la aguja. Hay que entrar a los estudios, oler el jabón quirúrgico y escuchar a los artistas que, lejos de ser meros artesanos, se han convertido en confidentes y custodios de las historias ajenas.
Fuerza Informativa Azteca habló con tres de ellos. Tres voces, tres filosofías, un mismo lienzo: el cuerpo humano.
El capricho que se convirtió en destino
Para Moisés Granados, todo comenzó con un error. “Fue un capricho”, admite sin rodeos desde su estudio en Coacalco, Estado de México, el Estudio Tatú Sabina. Un tatuaje mal hecho en su propia piel fue la chispa. “Yo dije no. Pues este, yo solo me voy a tatuar”. Ese acto de autoafirmación lo catapultó a una carrera de siete años. Lo que nació como una solución personal se transformó en su profesión.
Granados entiende el oficio como un acto de coraje y expresión. “Es de valientes”, afirma, reconociendo el estigma que, aunque menguante, todavía persiste.
Pero más allá del valor, su trabajo diario se sumerge en las profundidades de la emoción humana. Su aguja no solo inyecta tinta, sino que sella duelos y afectos. Lo más común, relata, son los homenajes: los nombres de los abuelos, los rostros de los padres, el recuerdo de un hijo perdido.
#UnDíaComoHoy se celebra el Día del Tatuaje 🖋️, una expresión con más de 5 mil años de historia que sigue marcando la piel y la cultura en todo el mundo > https://t.co/uKK8Z0BDtl pic.twitter.com/1DJUwXpyDz
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Sin embargo, hay trabajos que marcan al propio artista. Moisés recuerda el tatuaje más triste que ha realizado, uno basado en la devastadora película de animación japonesa “La tumba de las luciérnagas”. La clienta, cuenta, había tenido un problema con su hermano que resonaba con la trágica historia de Seita y Setsuko.
“Creo que ahí la chava ésta me contó que tuvo un problema con su hermano, conforme a la historia de la tumba de las luciérnagas. Entonces le gustó mucho ese... es el más triste que he hecho”. En ese momento, Granados dejó de ser solo un tatuador para convertirse en el canalizador de un dolor profundo y personal, transformándolo en una imagen permanente.
Observador agudo de su entorno, Moisés ve cómo el movimiento crece exponencialmente. “Ya somos muchos”, dice, señalando la proliferación de artistas, materiales y máquinas. Él mismo se inscribe en la “nueva tendencia”, un estilo que describe como menos rígido, más distribuido, una fusión de “colores, cosas geométricas y rostro a color”.
Lienzos vivos, libertad creativa y naves extraterrestres
Bajo el nombre artístico de Juan Camaney, otro creador define el tatuaje como la expresión de arte definitiva, una que “podemos llevar con nosotros mismos hasta la muerte”. Para él, no es una moda, “lo es todo”. Su discurso no es el de un técnico, sino el de un visionario con una propuesta artística clara y audaz. Actualmente, explora una temática que fusiona el surrealismo con toques extraterrestres.
🖌️Hoy celebramos el arte que se lleva en la piel, las historias marcadas con tinta y la libertad de expresarse a través del cuerpo.
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🧡 Cada tatuaje tiene un significado.
🎨 Cada diseño, una historia.
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“Naves, planetas, galaxias, tonos muy vivos, en especial los verdes y los morados”, describe. No está simplemente replicando imágenes; está construyendo mundos en la piel de sus clientes. Su trabajo es una declaración de intenciones, una búsqueda de lo fantástico en el lienzo más humano.
Como Moisés, Juan también carga con el peso de las historias personales. Relata el caso de un padre que le pidió un tatuaje para su hija, quien padecía una afección cardíaca. “Me pidió hacer un corazón, pero que tuviera una válvula”. Un diseño anatómicamente específico, cargado de un simbolismo protector y un amor paternal tangible.
Sin embargo, la cima de su realización artística llega bajo una condición específica: la libertad creativa. El momento ideal, confiesa, es cuando un cliente llega con una idea germinal y le entrega el control total. “Que me digan ‘no sé, a lo mejor tengo cierta idea y tú encárgate, tú haz lo que tengas que hacer'... Eso es cuando creo que puedo expresarme al máximo”.
Es en esa confianza depositada donde su arte florece sin ataduras, donde la visión surrealista de galaxias moradas y verdes puede manifestarse en su forma más pura sobre la mesa de trabajo, junto a su iPad, su máquina y sus cápsulas de tinta.
El estandarte del talento mexicano
“Un tatuador pues es un artista, realmente”. La definición de Cristian Luna es directa. Para él, la distinción entre el arte de galería y el arte en la piel es una mera cuestión de soporte. La pasión, asegura, nace del dibujo. “Hacerlo en la piel creo que es una forma de mostrarlo más que hacerlo simplemente en una cartulina”.
Luna, con la perspectiva que le ha dado trabajar fuera de México nos confirma: “el talento mexicano creo que es uno de los mejores”, una afirmación basada en la observación comparativa. Ve en sus colegas una destreza técnica y una pasión que compiten al más alto nivel global en una vasta gama de estilos, desde el realismo a color y el black and grey hasta el neotradicional.
Él entiende que la motivación de quien se tatúa es doble: a veces es una respuesta a una “situación” vital, un marcador de capítulo; otras, es simplemente por “gusto”, por el placer de portar una obra de arte. Pero para el creador, la razón es una sola: la pasión por plasmar una visión.
Cada 17 de julio celebramos el #DíaDelTatuaje, una fecha que nos invita a ala reflexión sobre cómo el #Tattoo cuenta historias de identidad, dolor y resistencia, un tipo de arte grabado en la piel, donde el tiempo y el significado se entrelazan.#AGEMÉX#MásQueUnArchivo pic.twitter.com/unY9q1PpNw
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La aguja zumba. El pigmento se asienta bajo la epidermis. En un estudio una escena de anime se convierte en el monumento a una relación fraternal rota. En otro lugar, una galaxia surrealista nace en un brazo, mientras que un corazón anatómicamente correcto late simbólicamente en la piel de una joven. Los artistas limpian el exceso de tinta, y lo que queda no es un dibujo. Es arte puro que se lleva a la tumba.