Recuerdo perfectamente cómo hubiera sido ayer, un sábado en mayo del 2022, en el que me quedé en mi casa en Virginia con todo el propósito de leer y sobre todo de entender el “Proyecto 2025”.
Yo había entendido ya que la gente que hoy está cerca de Trump había definido esta enorme carpeta de más de 900 páginas, como la hoja de ruta. No solo de la segunda presidencia de Trump, sino de la captura del pensamiento extremo de los ideólogos de MAGA, el movimiento creado de la frase “Make America Great Again”.
Recuerdo también cuando llegué al capítulo en el que se definía el concepto de la “Re-hemisferización” del continente americano.
El capítulo completo establece, como requisito y condición de la seguridad económica de Estados Unidos, la captura de las cadenas de suministro de las Américas. Imaginar esto nos da una idea de lo ambicioso del plan de quienes diseñaron la segunda presidencia de Donald Trump. Para controlar desde el origen natural de un producto, hasta la entrega final al consumidor, pasando por todos los procesos para completar y transformar a ese producto, Estados Unidos va a tener que controlar mucho más de lo que controla hoy.
Tres amigos, a quienes habíamos invitado a cenar en la casa esa noche, se rieron cuando les conté ese sábado lo que había descubierto esa mañana, leyendo el famoso texto de lo que sería la segunda presidencia de Donald Trump.
Compartí con mis amigos en la cena la mala espina que me había dado desde el 2019, cuando Trump había convertido en su primera presidencia a John Bolton, el ideólogo de la derecha estadounidense, en su “Asesor de Seguridad Nacional”.
Uno de mis amigos, casado con una venezolana, nos recordó durante esa plática cuando Bolton, habiendo sido llevado por Trump a su primera administración, había declarado: “Todos nuestros adversarios tienen una presencia significativa en Venezuela. Y por eso, derrocar a Maduro es una prioridad”.
Todos coincidimos en que al decir “todos nuestros adversarios”, Bolton se había referido a China. Uno de mis amigos se río y me dijo “No hagas caso. Esos dos, Trump y Bolton van a acabar mal”, “Nunca, ninguno de ellos, ha acabado bien con nadie”.
El tiempo nos dio la razón. Hoy Bolton es víctima de Trump, quien está empecinado en destruirlo. En forzar a que el costo de defenderse de las acusaciones de Trump deje a Bolton en la calle. Su única posibilidad de no ir a la cárcel es pagar millones de dólares por su defensa legal. Muchos en Washington han sido destruidos así en otros gobiernos.
El Departamento de Justicia acusa a Bolton de sustraer y distribuir materiales secretos de la presidencia. Trump disfruta cuando logra aplastar a los lobos como Bolton.
Pero eso es harina de otro costal.
Aquí estamos hablando de by de Venezuela. Lo que yo le quiero comunicar a usted es que la idea de que meterse en Venezuela no es, ni una idea nueva, ni un intento por acabar con los narcos del continente.
Esta es una forma de precisamente capturar una de las más importantes cadenas de suministro de las Américas y de sacar del continente a China.
Hoy “La Doctrina Donald” ya se convirtió en un lema de unidad entre las bases del Partido Republicano.
Charlie Kirk, antes de morir, enfatizaba en las universidades entre los jóvenes que lo escuchaban que “le emocionaba” que Trump estuviera dispuesto a usar “nuestra enorme fuerza militar en nuestro propio hemisferio contra quienes le hacen tanto daño a la patria estadounidense”.
Si Venezuela no tuviera petróleo no estaríamos aquí:
Ese petróleo tiene tanto aroma, que no tardó en llegar a la nariz china y atraerla a Venezuela.
Y no solo ahí, el petróleo de Guyana y Surinam, sus pequeños estados vecinos, siendo menos maliciosos, también atrajeron la atención de los chinos.
El gobierno de Beijing anda repartiendo dinero, contratos, besos y promesas por toda América Latina. A Guyana le han regalado más de mil 400 millones de dólares y promesas de más inversión china de la que ya se ha instalado ahí.
Desde que ExxonMobil realizó su importante descubrimiento de petróleo en Guyana en 2015, Venezuela reavivó una disputa territorial centenaria con Guyana y trató de anexarse la remota región del Esequibo, que abarca aproximadamente dos tercios del territorio guyanés. Eso atrajo también a Chevron Oil.
Por eso Marco Rubio corriendo se fue en marzo de este año a firmar un acuerdo de defensa con los guyaneses para reducir el narcotráfico, rechazar a la inmigración irregular... y sobre todo “promover su independencia energética”.
Curiosamente, las operaciones en Surinam no están dominadas por las empresas estadounidenses como en Guyana, y hay otras empresas internacionales como Total, que es española, y Repsol, de origen francés, que también han obtenido derechos de prospección en bloques ofrecidos por el gobierno surinamés.
“La Doctrina Monroe y la nueva Doctrina Donroe”; América es para los Americanos, no para China:
Trump ya ordenó que el USS Gerald Ford, el mayor y más nuevo portaaviones de la flota estadounidense, se vaya a las costas del Caribe a unirse a ocho buques de guerra, incluyendo tres destructores, tres buques de asalto anfibio, un crucero y un buque de combate litoral más pequeño.
Además, en la zona, el Pentágono reforzó su capacidad de fuego con 10 aviones caza F-35B Lightning II y con varios drones Reaper, capaces de volar largas distancias y transportar hasta ocho misiles guiados por láser.
La gente en el Caribe reporta haber visto también a bombarderos B-2 sobrevolando la costa.
En el continente entero, desde Canadá hasta Argentina, todos se preguntan si Trump prepara un asalto terrestre a Venezuela con soldados estadounidenses.
La respuesta que se da en Washington es: NO, HASTA HOY... ¡AÚN NO!
Le doy la respuesta de Washington, porque aquí naturalmente es en donde todo esto se ve con más claridad. La pregunta real no es si habrá un asalto terrestre en Venezuela, sino qué hará Trump para que los chinos entiendan que Estados Unidos quiere que “se larguen del hemisferio”.
Seguro que usted nota que este despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe, sobrepasa en mucho la fuerza que sería necesaria para enfrentar y matar narcos.
Por eso, la intención de tener un cambio de régimen en Venezuela es más que obvio y evidente.
Aunque a estas alturas usted se tiene que preguntar:
¿Por qué 50 millones por Maduro “vivo o muerto” no han sido suficientes para motivar a los generales venezolanos a entregar su cabeza?
En la Casa Blanca, los dos artífices de la política hacia Venezuela son: Marco Rubio, el secretario de Estado y Stephen Miller, el vice-Chief of Staff que se ha metido en la cabeza presidencial y cada vez ocupa más lugar en ese cerebro.
Pero sabe usted, ¿qué es lo que a mí me salta de todo esto? La doble vía que Rubio está permitiendo.
Por un lado, las bravatas y la fuerza militar. Por el otro, negociaciones hasta cordiales con los venezolanos sobre dos asuntos: El regreso de ExxonMobil y de Chevron a Venezuela y los trámites para repatriar 78 aviones cargados de miles de venezolanos a Venezuela.
¿Habrá invasión a Venezuela? Por las buenas se puede más que por las malas.
Aún hoy casi al final de octubre hablar de invasión a Venezuela se oye muy arriesgado y en cuanto más pase el tiempo más difícil será justificar la invasión con soldados estadounidenses en suelo venezolano.
La apuesta que he oído en Washington es que con un portaaviones en la vecindad de Venezuela y con la CIA y las fuerzas especiales trabajando ya en tierra es más fácil “extraer” a Maduro del hoyo en el que está, para meterlo en un hoyo más apretado y más oscuro en Estados Unidos.
¿Y qué tal si los chinos no se dan por aludidos? ¿Y no se largan del continente?
Hay formas… y formas. El amor recientemente declarado a Javier Milei en Argentina, también tiene que ver con lo mismo.
China es el segundo socio comercial más importante de los argentinos y su principal comprador de sus exportaciones agrícolas.
¿Por qué cree usted que Scott Bessent, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, presionó para ampliar el acceso de Estados Unidos al valioso suministro de uranio argentino?
Fue a cambio de un salvavidas de 40 mil millones de dólares para la tambaleante economía argentina. 20 mil en intercambio de flujos de caja futuros para darle liquidez al peso argentino y 20 mil más en créditos bancarios privados. En Argentina, un dólar se vende en mil 489.67 pesos argentinos.
Además, Trump quiere comprar uranio argentino. No porque sea muy bueno o esté barato, sino para contrarrestar la influencia de China.
Así como Xi Jinping, el presidente chino, ha logrado aprovechar su influencia para expandir su dominio, Trump busca a diario salvavidas de todos colores y sabores para ofrecérselo a quienes sepan negociar lealtad eterna y absoluta a él.
Ahí tiene usted las dos vías:
Por las malas con portaaviones y grupos de combate... O por las buenas, con billetes verdes.
Las agruras se quitan con antiácido. Vamos a ver ahora con cuál de estas dos vías, Trump encuentra mejor alivio.