En lo que va del 2025 en México se ha percibido una constante actividad sísmica, un fenómeno que recuerda la importancia de la prevención y la protección civil. Los sismos no solo impactan físicamente, sino también psicológicamente, generando recuerdos colectivos sobre cómo reaccionamos en esos momentos críticos.

Temblores en 2025 en México

Según el investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, Valdés González, en los primeros ocho meses de 2025 se han registrado más de 21 mil sismos en el país.

Mientras que en 2024 el Servicio Sismológico Nacional (SSN), a cargo de la UNAM y que recientemente celebró 115 años de operaciones, reportó 33 mil 418.

A lo largo de la historia, México ha experimentado movimientos sísmicos de gran magnitud que marcaron generaciones.

Entre los más intensos se encuentran los de magnitud 8.2, registrados en 1932 en las costas de Jalisco y Colima, y el del 7 de septiembre de 2017 en el Golfo de Tehuantepec, cuyo impacto en el centro del país fue limitado debido a su epicentro profundo.

Otros sismos significativos incluyen el de El Ángel en 1957 (magnitud 7.6), que derribó el Ángel de la Independencia, y el de 19 de septiembre de 2017 (magnitud 7.1) entre Puebla y Morelos.

El sismo de 19 de septiembre de 1985, de magnitud 8.1, es recordado por su intensidad inusual en la Ciudad de México, pese a que su epicentro se encontraba a cientos de kilómetros.

En un país donde los sismos son recurrentes, la lección central sigue siendo la prevención: identificar zonas de riesgo, reforzar inmuebles y aplicar protocolos de seguridad puede reducir significativamente los daños y salvar vidas. Estar informados y preparados no es opcional, es esencial.

El recuerdo del 19 de septiembre de 1985

Tras el terremoto de 1985, la comunidad universitaria tuvo un papel decisivo en la atención de los damnificados del entonces Distrito Federal.

Investigadores, académicos, estudiantes y trabajadores se sumaron a labores de evaluación de daños, búsqueda de sobrevivientes, brigadas de alimentos y servicios sanitarios, además de la reconstrucción.

En la Facultad de Psicología, el profesor Benjamín Domínguez Trejo recuerda cómo, junto a sus colegas, improvisaron estrategias de apoyo emocional en hospitales y albergues, enfrentando lo que hoy se conoce como síndrome de estrés postraumático.

Con ayuda de los métodos innovadores, como el uso de termómetros de cristal líquido para medir niveles de estrés, descubrieron que la mayoría de las personas mostraban resiliencia, mientras que un sector vulnerable requería atención inmediata.