La mañana del 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 horas, un sismo de magnitud 8.1 sacudió a la Ciudad de México. El epicentro se localizó a 45 kilómetros al noroeste de La Mira, Michoacán, y en solo segundos las ondas sísmicas recorrieron cientos de kilómetros hasta impactar a una de las urbes más pobladas del mundo.
Las escenas fueron de terror: lámparas desprendidas, cristales estallando, repisas desplomadas y paredes crujientes marcaron los 90 segundos que parecieron eternos.
Edificios colapsados y una ciudad herida
La capital quedó cubierta de polvo y dolor. Uno de los puntos más afectados fue el complejo de Tlatelolco, donde el edificio Nuevo León se redujo a escombros, dejando a cientos de familias en la intemperie.
En total, se calcula que 400 edificios colapsaron. El Hospital Juárez, con sus once pisos, se desplomó sobre médicos, pacientes y recién nacidos. El histórico Hotel Regis, símbolo de la vida cultural y empresarial, también cayó, rematado por una explosión que apagó la esperanza de los rescatistas.
El reloj detenido frente a sus ruinas marcó para siempre la hora de la tragedia.
Víctimas y damnificados
Oficialmente, el terremoto dejó 6 mil muertos, aunque cifras extraoficiales señalan que pudieron ser decenas de miles. Además, cerca de un cuarto de millón de personas resultaron damnificadas, muchas de ellas perdiendo no solo su patrimonio, sino también a seres queridos.
El nacimiento de la sociedad civil organizada
En medio de la devastación emergió un símbolo de esperanza: la sociedad civil. Hombres y mujeres comunes se organizaron de inmediato para rescatar sobrevivientes, remover escombros y ayudar a los damnificados. Ese movimiento espontáneo marcó un precedente de participación ciudadana en México.
40 años después: ¿qué hemos aprendido?
Los sismos no se pueden predecir, pero a cuatro décadas de distancia, México cuenta con una alerta sísmica, normas de construcción más estrictas y una cultura de protección civil más sólida. Sin embargo, la vulnerabilidad persiste: actos de corrupción, negligencia u omisión pueden ser tan peligrosos como un temblor.
La memoria del 19 de septiembre de 1985 sigue siendo una lección viva sobre resiliencia, prevención y unidad.