En pleno 2025, con un mundo hiperconectado y acceso masivo a la información, persiste una incómoda pregunta que muchos evitan responder: ¿por qué se defiende a un dictador? La respuesta es compleja y dolorosa, porque las dictaduras no llegan anunciándose como tal. Llegan disfrazadas de justicia social, de redención histórica, de libertad y del discurso del pueblo.

Y lo más inquietante es que alguien siempre las cree. Peor aún, hay quienes necesitan creérselo. Porque aceptar que fueron engañados, que entregaron su voto, su fe y su futuro a un régimen que luego censura, persigue y tortura, resulta más insoportable que vivir negando la realidad.

Aceptar que uno fue cómplice, aunque fuera desde la ingenuidad, duele más que mantenerse en la mentira. Es más fácil culpar a “el imperio” o a las “sanciones extranjeras” que asumir que el verdadero culpable habla tu idioma.

Miedo y represión: razones que explican el silencio en las dictaduras

En muchos países bajo régimen autoritario, opinar puede costar la libertad o la vida. En esos contextos, el miedo paraliza y convierte a millones en cómplices silenciosos. Callar se vuelve un mecanismo de defensa y la repetición del discurso oficial, una forma de supervivencia.

Hay quienes callan por necesidad. Otros, por resignación. Y están quienes simplemente ya no creen que su voz haga diferencia alguna.

Los verdaderos beneficiarios de la dictadura

Más allá del miedo, existen quienes defienden abiertamente a dictadores porque sacan provecho directo del sistema. La dictadura reparte embajadas, empresas estatales, contratos, expropiaciones y privilegios. El precio a pagar es claro: callar, aplaudir y justificar lo injustificable.

Y en ese pacto de silencio y conveniencia, la verdad queda enterrada. La represión se normaliza. El hambre se explica como “consecuencia del bloqueo”, aunque venga del saqueo interno.

Algunos guardan silencio porque se apovechasn de la dictadura

Para algunos, la defensa de un dictador se convierte en una creencia identitaria. La propaganda moldea la percepción de la realidad, y con el tiempo, el régimen ya no se percibe como autoritario, sino como “legítimo”, “progresista” o “patriota”.

Pero las dictaduras no perdonan ni siquiera a quienes las defienden. Tarde o temprano, el sistema se vuelve contra todos. Como escribió alguien en redes:

Porque a veces perder la libertad duele menos que perder el privilegio, la fantasía o la democracia. Pero tarde o temprano todo cae porque las dictaduras no perdonan ni a sus fans.