La ciudad de Verona se ha convertido en el centro de un intenso debate tras la decisión de la iglesia de San Nicolò all’Arena de evitar el ingreso de perros y otros animales a su interior. La medida fue tomada después de varios episodios de comportamiento inadecuado por parte de mascotas y, sobre todo, de sus propietarios. Así reaccionaron los animalistas tras la medida de la iglesia italiana.

Los incidentes que llevaron a la decisión contra los perros

El párroco Ezio Falavegna explicó a los medios locales que en los últimos meses se habían registrado episodios poco respetuosos dentro del templo. Entre ellos, evacuaciones de perros en el suelo y un caso que generó particular indignación: un dueño levantó a su mascota para que bebiera directamente del agua bendita.

Estos hechos llevaron a la colocación de carteles en italiano e inglés en la entrada y dentro de la iglesia. La señalización explica que la medida no es un rechazo hacia los animales, sino una forma de proteger la higiene y el respeto al espacio sagrado.

La reacción del movimiento animalista en Italia

La prohibición fue duramente criticada por el colectivo Centopercentoanimalisti, que respondió con una pancarta colocada en la entrada del templo con la frase: “Los perros son ángeles. San Francisco lo dice”.

A través de sus redes sociales, los activistas señalaron que visitaron el lugar y dialogaron con un diácono, quien les confirmó que la preocupación principal no eran los animales en sí, sino la falta de responsabilidad de algunos dueños que no recogían los excrementos o permitían actos considerados irrespetuosos.

Sin embargo, la organización recalcó que “no todos deben pagar por culpa de un par de maleducados”, apuntando que la decisión afecta también a los feligreses que acostumbraban acudir con sus mascotas.

¿Una cuestión de fe o de higiene?

El sacerdote Falavegna aclaró que la prohibición no pretende discriminar a los animales, sino garantizar un ambiente adecuado para la oración y el respeto al espacio litúrgico. La polémica, sin embargo, toca fibras sensibles en Italia, donde la tradición cristiana convive con una fuerte cultura de defensa de los derechos de los animales.

La iglesia ha insistido en que la medida busca prevenir nuevas situaciones desagradables y que el problema radica en la irresponsabilidad de algunos propietarios, no en los animales.