Durante tres meses, millones de mexicanos estuvieron expuestos, al menos en teoría, a la “espotiza” del Instituto Nacional Electoral (INE), la campaña de promoción para incentivar la participación ciudadana en la elección judicial.
De acuerdo con el informe final del organismo, este año se transmitieron 1 millón 390 mil promocionales políticos en más de 4 mil estaciones de radio y televisión a lo largo y ancho del país.
Un bombardeo que nadie pudo ver completo
Si un ciudadano quisiera ver todos los spots transmitidos en medios electrónicos, tardaría 322 días, es decir, casi un año frente a la televisión o la radio. Una cifra que, según expertos, no tiene precedentes en ningún país y que refleja la magnitud de la saturación mediática generada por la autoridad electoral.
Sin embargo, el alcance de la espotiza ha sido más simbólico que efectivo. Los mensajes, criticados por su tono vacío y burocratizado, no lograron despertar interés ni motivar a los ciudadanos a acudir a las urnas.
La prueba más clara fue la participación: apenas 13 por ciento de los votantes emitió su sufragio, dejando de lado a 87 millones de electores, lo que representa la mayor abstención en al menos 30 años en un proceso similar.
Historia y consecuencias de la espotiza
Desde 2009, el Estado ha utilizado miles de horas de medios de comunicación para emitir propaganda en periodos electorales. Sin embargo, en esta elección judicial, ningún candidato apareció en pantalla, lo que contribuyó al desconocimiento casi total de la ciudadanía sobre los aspirantes.
Además, los medios electrónicos dejaron de comercializar sus espacios tradicionales para cederlos a la espotiza, un cambio que terminó siendo un fracaso estridente.
Un fracaso que marca récord
La combinación de mensajes poco atractivos, ausencia de candidatos y la saturación de los medios dejó a la espotiza como un ejercicio más burocrático que efectivo. Pese a los recursos invertidos y la cobertura masiva, la campaña no logró cumplir su objetivo: incentivar la participación ciudadana.
Así, la espotiza se consolida como un símbolo de la desconexión entre la autoridad electoral y los votantes, evidenciando que ni la mayor campaña mediática puede sustituir el interés genuino de la ciudadanía.