Hay ideas que nacen de la lógica, del estudio de mercado, de la necesidad calculada. Y hay otras, las más raras y quizás las más potentes, que irrumpen desde un lugar inesperado. La de Liz Quezada llegó en un sueño lúcido, uno con un techo de nubes que se podían tocar, un espacio donde los niños interactuaban con la fantasía hecha materia.
Ese sueño, ocurrido hace seis años en la quietud de un teatro, no fue una simple ensoñación; fue la semilla de “Desorden Librería”, un proyecto que hoy busca abrirse paso en la Ciudad de México, no solo como una librería, sino como un portal a la imaginación en un país que lucha por reencontrarse con la lectura.
Liz Quezada no siempre fue una arquitecta de universos infantiles. Durante doce años, su realidad fue otra, la de una abogada corporativa inmersa en la estructura y seguridad de un banco. Una vida estable, predecible, con “un sueldo, con una quincena, con un seguro de vida y un seguro de gastos médicos”, como ella misma relata.
Pero bajo esa superficie de certezas profesionales, crecía una inquietud, una discrepancia que su cuerpo empezó a manifestar en forma de ansiedad.
El sueño que desafió al miedo
La idea, tan clara en su mente “una librería que iba a tener un techo de nubes y que los niños y la gente podía tener como esta interacción con las nubes de subirlas y bajarlas” chocaba con la realidad.
Se lo contó a sus padres, a su círculo cercano, y las respuestas, aunque bienintencionadas, alimentaron el miedo. "¿Cómo lo vas a hacer?”, “Ya tienes treinta y muchos”, "¿De qué vas a vivir?”. El “síndrome de la impostora”, como ella lo nombra, hizo su trabajo. “Me ganó el miedo y ese miedo me hizo chiquita y dejé el sueño de lado”, confiesa.
Pasaron años, no días ni meses, hasta que la tensión se volvió insostenible. “Dije ‘bueno, ya está, ya no puedo más’”. Y entonces, hace dos años, dio el salto.
Renunció. Sin un plan B completamente trazado, sin saber exactamente el cómo, el cuándo o el con qué, pero con una certeza inamovible: “Voy a poner esta librería sí o sí". Ese fue el verdadero punto de partida, la decisión de honrar esa visión onírica que se negaba a desaparecer.
México y sus lectores, un gran desafío
Atreverse a abrir una librería independiente en pleno siglo XXI, en cualquier parte del mundo, es un acto de fe.
Las cifras oficiales pintan un panorama complejo para la lectura en México. Según los datos más recientes del Módulo sobre Lectura (MOLEC) del INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía), correspondientes a 2024, la población alfabeta de 18 años y más lee en promedio apenas 3.4 libros al año.
Más preocupante aún, solo el 68.5% de esta población declaró haber leído algún material considerado por el MOLEC en el último año, una cifra que refleja un estancamiento o ligero retroceso en los hábitos lectores.
Las razones más citadas para no leer siguen siendo la “falta de tiempo” y la “falta de interés” o motivación.
En este contexto, donde la lectura compite con la inmediatez digital y las múltiples pantallas y donde el libro a menudo se percibe como un lujo o una obligación académica, la apuesta de Liz Quezada adquiere una dimensión particular.
Su proyecto es una declaración de principios: una afirmación valiente de que el libro físico, la experiencia compartida de la lectura y los espacios dedicados a ella no solo son relevantes, sino profundamente necesarios para cultivar la imaginación, el pensamiento crítico y la cohesión social que un país como México requiere.
Desorden Librería: Más que libros, un universo por descubrir
Lo que distingue a “Desorden Librería” no es solo la historia de su origen o el contexto desafiante en el que nace. Es su concepto mismo.
Su visión es específica y radicalmente enfocada: “En México no hay una librería especializada en novela gráfica, en libro ilustrado, el libro infantil como... no hay algo especializado en que las imágenes te cuenten historias”, explica. Ahí reside el núcleo de su propuesta: acercar a niños, adolescentes e incluso adultos a la lectura a través del poder de la imagen.
Frente a la percepción, especialmente entre los jóvenes, de que los libros pueden ser “aburridos porque sólo son un montón de letras”, Liz propone una alternativa donde “las letras vienen acompañadas o incluso son el propio dibujo”.
Se trata de activar la imaginación de una manera diferente, más visual, más dinámica. Quiere un espacio que invite a explorar, a tocar, a sentir.
El “techo de nubes” no es una mera ocurrencia decorativa, sino una metáfora de su intención: elevar la experiencia de estar en una librería, convertirla en un viaje.
Liz ha notado que su propuesta conecta “muchísimo” con el niño interior de los adultos, quizás porque evoca esa capacidad de asombro que a menudo se pierde.
Entre la burocracia y el apoyo comunitario
“Cuando te enfrentas con una pared, la pared es principalmente económica”, admite. Exploró opciones de fondos públicos, pero describe un sistema saturado y complejo.
“Son muchísimos proyectos culturales los que necesitamos ayuda (...) creo que no alcanza”, reflexiona, refiriéndose no solo a los recursos económicos del Estado, sino a la capacidad de revisión y gestión de la burocracia. Menciona también “el retiro de muchos recursos en fondos culturales” como otro obstáculo en México.
Ante este panorama, optó por la vía independiente, recurriendo a lo que considera su “capital más importante": su red de contactos, la comunidad. “Estoy utilizando ese capital, a toda mi red”, afirma.
Lanzó una campaña en Kickstarter, la plataforma internacional de crowdfunding, para recaudar los fondos necesarios. En el momento de la entrevista, a solo días de finalizar la campaña, había alcanzado el 50% de su meta económica, aunque conceptualmente sentía que el proyecto estaba al 90%.
Sembrando un jardín de libros: El futuro del desorden
Liz Quezada no piensa en “Desorden Librería” como un proyecto aislado o un simple “changarrito”. Su ambición es expansiva. “Me gustaría que se convierta así en un espacio muy grande.
Un espacio cultural donde de verdad sucedan muchas cosas”, visualiza. Imagina talleres, una cafetería, quizás flores, “como todo lo que toda la oferta del universo que esté mezclada con los libros”.
Y no se detiene ahí. "¿Más librerías? Pues sí, me encantaría que esta sea la primer semilla”.
“Esta es la primera semilla de un jardín de libros que quiero expandir por todos lados”. Es la visión de una emprendedora cultural que, habiendo encontrado su propósito tras una larga búsqueda, ahora busca contagiarlo, replicarlo, hacerlo crecer.
Mientras su campaña de financiación busca el impulso final, su proyecto ya es un faro: la prueba de que incluso en un mundo acelerado y digitalizado, hay quienes creen tercamente en la magia imperecedera de un libro abierto y en la necesidad vital de espacios donde la imaginación pueda echar raíces y florecer.
Su invitación resuena con una mezcla de desafío y calidez humana en la entrevista con Fuerza Informativa Azteca: “Bienvenidos al desorden”.