A ocho años del sismo del 19 de septiembre de 2017, damnificados hicieron un llamado a las autoridades de la Ciudad de México y al Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (CIRES) para modificar el sonido de la alerta sísmica.
Señalan que el tono actual, agudo y estridente, no incentiva a la acción, sino que genera miedo y parálisis entre la población.
De acuerdo con el pronunciamiento, el sonido está directamente asociado con el recuerdo de los edificios colapsados y las vidas perdidas durante el movimiento del 19 de septiembre 2017.
Por ello, aseguran que lejos de fomentar una evacuación ordenada, produce ansiedad, desconcierto y reacciones descontroladas que ponen en riesgo la integridad de quienes buscan ponerse a salvo.
Entre los principales argumentos que exponen destacan tres puntos:
- Impacto psicológico negativo. La alerta genera pánico y no acción, lo que puede ocasionar caídas, aglomeraciones y accidentes.
- Desconexión ciudadana. Muchos habitantes la asocian con tragedia inevitable o la ignoran al relacionarla con simulacros, lo que resta eficacia al sistema.
- Oportunidad de mejora. En otros países, los sistemas de alerta han sido diseñados con sonidos más claros y menos agresivos, acompañados de campañas educativas para enseñar a reaccionar con calma.
Buscan nuevo sonido de la alerta sísmica
Los damnificados piden que el nuevo tono sea distinto al de sirenas de ambulancia, bomberos o patrullas; que sea menos estresante y más claro, y que se seleccione mediante un proceso en el que participen psicólogos, especialistas en acústica y la sociedad civil, especialmente quienes han vivido las consecuencias directas de los sismos.
Destacan que el cambio no debe limitarse a una decisión técnica, sino ser un acto de empatía y cuidado hacia la ciudadanía. Además, proponen que la modificación vaya acompañada de campañas de información y simulacros que refuercen la cultura de prevención.