En el cruce de dos continentes, una voz con acento mexicano narra la magia de Estambul, no es la voz de un turista, sino la de un mexicano que encontró en Turquía un destino, un amor, una segunda vida.

En sus palabras, Estambul es como su segunda casa. Luego de que llegó para apoyar en el desastre que dejaron los sismo en Turquía.

“Conocí Turquía por un grupo de gente que regala amor, un grupo de gente que arriesga su vida regalando amor”, declaró Cuauhtémoc Orube, mexicano en Estambul.

El hombre que buscaba latidos bajo los escombros encontró el pulso de una cultura que vibraba en su misma frecuencia.

México y Turquía tienen mucho en común

“Yo pienso que es 90% igual la gente le gusta hablar, socializar, ayudar”, contó a Fuerza Informativa Azteca.

Comprendió que los pueblos que han aprendido a convertir el maíz y el trigo en el centro de su comunidad hablan el mismo idioma, los kebabs como taquitos y les encantan el taco y las salsitas, eso sí, no tan picosas.

Obviamente, como México no hay encontró el amor, echó raíces y la familia que construyó se convirtió en el testimonio vivo de ese mapa invisible.

Un hogar levantado sobre dos pilares culturales que en el fondo eran el mismo. Al final, Estambul le entregó la única pieza que le faltaba a su propio rompecabezas.

“Soy un mexicano perdido en Turquía. Me compraron por 100 camellos, así que sigo aquí pagándolos”, dice orgulloso Cuauhtémoc Orube.