Álvaro Quiroz tiene 25 años, un pasado marcado por el abandono y un presente guiado por la resistencia. Nacido en Guadalajara, vivió en situación de calle durante su infancia y juventud. Hoy, convertido en activista y artista plástico, ha decidido alzar la voz a través de sus obras para denunciar la violencia y el olvido que pesan sobre México, especialmente contra quienes defienden los derechos humanos.
Su proyecto más reciente, titulado “Ecos de Realidad”, no deja indiferente a nadie: retratos de activistas asesinados o desaparecidos, pintados al interior de bolsas para cadáver. Una propuesta tan cruda como simbólica, que busca sacudir a la sociedad e incomodar a quienes se han acostumbrado a la tragedia.
Marcelo Pérez, el “cura del pueblo”, retratado en la muerte
Una de las piezas más impactantes de la colección es el retrato del padre Marcelo Pérez, sacerdote chiapaneco conocido por su activismo en favor de comunidades indígenas y desplazados. La violencia que azota a Chiapas lo ha llevado a denunciar ejecuciones, desapariciones forzadas y desplazamientos masivos. Su rostro, ahora retratado dentro de una bolsa mortuoria, representa el grito de quienes siguen en lucha y el miedo latente de que su voz también pueda ser silenciada.
De las calles de Guadalajara a los foros internacionales
Álvaro no solo ha sido testigo de la marginación; la ha vivido. Pasó años sin un hogar y enfrentó momentos tan duros que incluso pensó en quitarse la vida. Sin embargo, el arte fue su salvación. Estudió artes plásticas y hoy utiliza su talento para ayudar a personas en situación de calle y para denunciar la violencia con obras que han traspasado fronteras.
En 2024 fue galardonado por la ONU en Ginebra por su labor con jóvenes sin hogar, y en mayo de 2025 fue invitado por el organismo internacional a presentar “Ecos de Realidad” en Viena, Austria, durante un foro contra el crimen organizado, convirtiéndose en el primer mexicano en participar en un evento de este tipo.
No callará, aunque lo amenacen
El arte de Álvaro le ha valido no solo reconocimientos, sino también amenazas de muerte. Sin embargo, eso no lo ha detenido. “No quiero terminar así, pero tampoco voy a dejar de hacer lo que hago por miedo”, declaró. Su objetivo es claro: inmortalizar a quienes murieron por defender la justicia y confrontar al gobierno con la realidad que muchos se niegan a ver.
“Tenemos que conocer el problema, reconocerlo y tomar acción ante él”, insiste.