Una película de terror en la realidad: Mujer en Australia sufrió por 3 años por deepfakes
Hannah Grundy, una maestra en Australia, denunció que alguien hizo deepfakes con contenido para adultos sobre ella; así es como luchó por justicia.
En 2021, la profesora australiana Hannah Grundy vivió un episodio de terror que bien podría ser el guion de una novela de suspenso. Todo comenzó con un misterioso correo electrónico que, a simple vista, parecía una estafa. Sin embargo, al entrar al enlace incluido, su vida cambió para siempre. Grundy encontró una página web llena de imágenes pornográficas falsas (deepfakes) en las que su rostro había sido cruelmente sobrepuesto con tecnología de Inteligencia Artificial.
El sitio, además de las imágenes manipuladas, incluía información personal: enlaces a sus redes sociales, su dirección y teléfono.
“Había foto tras foto mía, claramente imágenes porno. Pero mi cara se había superpuesto en la de esas mujeres. Eran de mi Facebook y mi Instagram. Eso obviamente significaba que era alguien que conocía”, declaró Hannah, quien inmediatamente supo que estaba siendo víctima de una pesadilla digital.
Deepfakes... ¿un enemigo silencioso a nivel mundial?
¿Qué hizo Hannah Grundy tras encontrar las deepfakes?
Con el apoyo de su pareja, Hannah acudió a las autoridades buscando ayuda, pero no encontró la respuesta esperada. Ante la falta de acción, ambos emprendieron una costosa y prolongada investigación privada que reveló un giro devastador: uno de sus mejores amigos, Andy, era el responsable no solo de su caso, sino también del sufrimiento de otras 25 mujeres afectadas.
“Pensé que Andy era una buena persona y que era una persona que me cuidaba. Pensé que era amigo mío”, expresó Grundy.
¿Cuánto tiempo pasará en prisión el sujeto que hizo deepfakes de Hannah Grundy?
En ese momento, no existía una legislación en Australia que abordara específicamente los delitos relacionados con las deepfakes, imágenes manipuladas mediante Inteligencia Artificial. Sin embargo, después de tres años de insistencia y perseverancia, la justicia finalmente llegó.
El agresor fue condenado a nueve años de prisión por uso indebido de telecomunicaciones para amenazar, acosar y causar ofensas. Este caso marcó un precedente en Australia y abrió un debate sobre la urgente necesidad de regular el uso de tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial.
La experiencia de Hannah Grundy expone los peligros del mal uso de la tecnología y la fragilidad de nuestra privacidad en la era digital. Su lucha no solo trajo justicia para su caso, sino que también puso de relieve la importancia de proteger a las personas frente a los riesgos de herramientas como las deepfakes.