Estamos a poco menos de mes y medio de conocer a quien nos gobernará por los próximos seis años. Y estas elecciones podrían ser históricas, porque las probabilidades de que una mujer ocupe la banda presidencial por primera vez en México son bastante altas.
Y a pesar de la importancia de estos comicios, también porque elegiremos a más de 20 mil funcionarios en todo el país, parece que no pasa nada.
Las campañas de los cargos pesados, es decir, para presidente de México, son grises, irrelevantes y predecibles. Todo se ha tratado de atacar a los otros contrincantes con las mismas acusaciones de siempre, pero de propuestas, de esas que son lo que a la población le importa, realmente muy poco.
Es poco, comparado con los más de 3,000 millones de pesos que el INE destinó a los partidos políticos para 90 días de campaña y que, por supuesto, salen de nuestros impuestos.
¿No merecemos unos candidatos que realmente se esfuercen por buscar nuestro voto, en lugar de permanecer callados, estar peleando o peor aún, haciendo el ridículo en redes sociales y mítines?
De acuerdo con el Estudio muestral sobre la participación ciudadana en las elecciones federales de 2018 realizado por el INE, la participación ciudadana en las pasadas elecciones fue del 63.4% de la ciudadanía.
Si bien es un porcentaje mayor al de los comicios del 2012 y 2006, la realidad es que en los últimos 30 años la tendencia a votar ha ido decayendo, sobre todo, en las personas de entre 20 y 34 años de edad, por tanto, ¿qué esperan los candidatos para atraer a la fuerza trabajadora del país?
Cuando uno como civil busca trabajo, en las entrevistas muestra la mejor actitud y demuestra con pruebas los logros y capacidades que se tengan, ¿por qué no habría de pasar lo mismo con los políticos que nos gobiernan? Tal pareciera que desde temprano el exceso de confianza les corre por las venas.