A veces, en medio del cansancio o la frustración, los adultos lanzan frases que parecen inofensivas pero que pueden herir y dejar cicatrices emocionales profundas en sus hijos.
Estas expresiones no solo afectan la autoestima infantil, sino que también alteran su percepción del amor, la seguridad y el valor personal. Reconocer estas frases es el primer paso para construir vínculos más sanos y respetuosos con los más jóvenes.
Te puede interesar:
- La receta que enamoró a Zahie Téllez en MasterChef Celebrity Generaciones y es buena para tu salud
- Lo eliminaron por pelearse: este participante de Survivor México 2025 al que sacaron de otro programa hace años
- Criticó a la chef Zahie Téllez y Poncho Cadena salió al rescate: ‘Yo voté para que salieras’
10 frases cotidianas que pueden herir a tus hijos (y qué impacto tienen)
Estas son diez frases que pueden hacer daño y afectar a tus hijos, según indica el psicólogo José Álvarez, en el portal especializado Ícaro Psicología:
- “Me das vergüenza”: Usar la vergüenza como forma de control emocional deja una huella profunda. El niño puede desarrollar una herida de humillación y crecer temiendo el juicio ajeno, con una tendencia a ocultar quién es realmente.
- “Por tu culpa estoy triste/enfadado/a”: Esta frase transfiere la responsabilidad emocional del adulto al niño, lo que puede generar una herida de traición. El pequeño aprende a priorizar las emociones ajenas por encima de las propias y puede volverse hipervigilante en sus relaciones futuras.
- “Eres un/a egoísta, solo piensas en ti”: Durante el desarrollo infantil, es normal que los niños actúen desde su propia necesidad. Etiquetarlos como egoístas puede hacer que asocien el autocuidado con algo negativo, dificultando luego su capacidad para poner límites sanos.
- “No llores, no es para tanto”: Invalidar el llanto enseña que sentir está mal. Con el tiempo, el niño puede reprimir sus emociones o desconectarse de ellas, lo cual dificulta su inteligencia emocional y expresión afectiva en la adultez.
- “Si sigues así, te voy a dejar solo/a”: Aunque parezca una advertencia pasajera, esta frase despierta un miedo primario al abandono. En los niños, puede generar ansiedad, inseguridad afectiva o temor constante a perder el amor de sus figuras más importantes.
- “Eres un desastre, no haces nada bien”: Cuando se refuerza la idea de incapacidad, el niño puede creer que no es competente. Esto puede derivar en una herida de injusticia, baja autoestima y rechazo a los desafíos por miedo al fracaso.
- “Mira a tu hermano/primo/amigo, aprende de él”: Las comparaciones no motivan: invalidan. Lejos de impulsar, alimentan sentimientos de inferioridad y competencia, y pueden sembrar inseguridades o exigencias desmedidas por obtener aceptación.
- “Eres un/a niño/a malo/a”: Etiquetar negativamente a un niño afecta su identidad. En lugar de corregir una conducta específica, se transmite la idea de que su esencia es inadecuada, lo cual debilita la autoestima y genera culpa tóxica.
- “Deja de hacer el tonto, pareces un bebé”: Esta frase desvaloriza la espontaneidad y la expresión genuina. Repetida con frecuencia, puede hacer que el niño reprima su creatividad y desarrolle una personalidad rígida o desconectada de su mundo emocional.
- “Me tienes harto/a, siempre igual”: Aunque puede ser una descarga emocional del adulto, el mensaje que llega al niño es que su presencia es molesta. Esto puede consolidar una herida de rechazo, alimentando la creencia de que no merece amor por ser quien es.
Samo del grupo ‘Camila’ cuenta en exclusiva lo que realmente está pasando con su salud
¿Cómo evitar herir con nuestras palabras?
No se trata de eliminar por completo los errores, sino de desarrollar consciencia emocional en la crianza. Algunas claves para evitar frases dañinas son:
- Cuestionar nuestras reacciones: ¿Estoy hablando desde mi frustración o desde una intención educativa?
- Diferenciar conducta de identidad: Corregir lo que el niño hace, no lo que es.
- Validar emociones: Permitir que expresen lo que sienten sin ridiculizarlos.
- Ofrecer seguridad emocional: Recordar que el amor no debe estar condicionado al comportamiento.