¿Tus esponjas para lavar los platos se descomponen rápido, cambian de color o tienen mal olor? Aunque son uno de los utensilios más usados en la cocina, muchos cometen un error común que reducen su vida útil sin notarlo. Además, este descuido puede convertirlas en un foco de bacterias peligrosas.
A continuación, te explicamos qué es lo que estás haciendo mal, por qué daña tus esponjas y cómo solucionarlo de forma sencilla.
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El error más común: dejar la esponja húmeda
Uno de los errores más frecuentes es dejar la esponja húmeda después de usarla. Muchas personas la colocan dentro del fregadero, en un recipiente cerrado o en una superficie plana sin ventilación. Esta práctica impide que se seque correctamente y favorece la aparición de bacterias, hongos y malos olores.
De acuerdo con el Good Housekeeping Institute, el ambiente húmedo convierte a las esponjas en uno de los objetos más sucios de la cocina, incluso más que el inodoro.
¿Por qué es tan importante secar la esponja?
Según un estudio publicado en la revista Scientific Reports, las esponjas de cocina pueden contener más de 362 tipos de bacterias si no se desinfectan y secan correctamente. Muchas de estas bacterias pueden provocar intoxicaciones alimentarias, sobre todo si se limpian superficies donde se preparan alimentos crudos.
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La humedad constante acelera la descomposición de los materiales de la esponja, lo que hace que se deshagan, pierdan su forma y se vuelvan menos eficaces para lavar.
¿Cómo cuidar mejor tu esponja?
Para prolongar la vida útil de tus esponjas y mantener la higiene en tu cocina, los expertos recomiendan lo siguiente:
- Escúrrela bien después de cada uso.
- Déjala secar al aire en un soporte con buena ventilación.
- Desinféctala cada pocos días, ya sea calentándola en el microondas (humedecida, durante 1 minuto) o sumergiéndola en una mezcla de agua con cloro.
- Cámbiala cada una o dos semanas, especialmente si huele mal o cambia de color.
Algunas personas optan por reemplazar las esponjas convencionales por cepillos de cocina, estropajos de silicona o esponjas de celulosa compostable. Estas alternativas tienden a acumular menos bacterias y, en algunos casos, son más duraderas.