El reciente escándalo del senador Gerardo Fernández Noroña, quien defendió con cinismo un vuelo privado de 280 mil pesos, no es una simple burla cínica; es un espejo que nos muestra un peligroso retroceso ético que debería preocuparnos a todos. Su descaro nos regresa a la era de la opulencia priista, donde el poder se demostraba con aviones privados y casas valuadas en millones de pesos.

Los peores años del PRI: El avión privado como insignia del poder

En aquel oscuro pasado priista, el uso de jets y aviones privados por parte de gobernadores, secretarios y líderes políticos no era un escándalo, sino una declaración de estatus y una insignia de poder que se asumía como intocable. Pero ahora Noroña representa el mismo patrón de opulencia al estilo de los Lozoya, los Videgaray y los Duarte.

Al burlarse cínicamente y defender que él no debe transparentar ni el viaje privado ni su casa de 12 millones de pesos, el senador está validando ese viejo modelo priista que su movimiento juró desterrar. Él está actuando con la misma soberbia que ocasionó que la sociedad mexicana de 2018 votara por un cambio radical.

No podemos aceptar regresar al oscuro pasado del PRI

La factura no es solo política. Es moral. ¿Cómo podemos construir un país más justo si quienes lideran la “transformación” practican los mismos excesos que tanto criticaron?¿Cómo podemos construir un país donde “primero los pobres” si los líderes de esa supuesta “transformación” siguen exhibiendo los mismos lujos que condenaron en el pasado?

La responsabilidad de no regresar a ese oscuro pasado recae hoy en cada uno de nosotros. No podemos permitir este retroceso ético donde la burla sea una respuesta válida a la exigencia de transparencia ni dejar que el costo de un vuelo privado sea un simple chiste.

Si la ciudadanía tolera este cinismo, estaremos sentenciando a México a un eterno retorno al pasado priista, donde la política era sinónimo de privilegios y donde el descaro era la única respuesta a la crítica.

A esto hemos llegado, a repetir lo peor del pasado, como en los peores tiempos del PRI, los símbolos del poder siguen siendo los mismos: el jet privado, el cinismo y el doble discurso.

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