El 19 de septiembre de 1985, un devastador terremoto de 8.1 grados sacudió a la Ciudad de México. El caos y la destrucción se apoderaron de las calles, pero desde arriba, en el cielo, un grupo de pilotos tuvo una visión única de la tragedia. La magnitud del evento cambió el país para siempre, dejando imágenes devastadoras que, a 40 años de distancia, las heridas aún duelen.

40 años del terremoto del 85: Una tragedia vivida desde el aire

Y a cuatro décadas del catastrófico sismo del 85, uno de los testigos desde el aire recuerda cada escena como una película de terror. El capitán, Antonio Pacheco, narró cómo vivió el desastre desde arriba y cómo su vida cambió para siempre.

Tras salir ileso del sismo y asegurarse de que su esposa e hijos estuvieran a salvo, el capitán no tuvo tiempo para procesar el miedo. Recibió un llamado urgente: debía dirigirse al aeropuerto y volar. Fue asignado a una misión con la BBC de Londres.

“Todavía guardo algunas imágenes en la cabeza porque sí fue impactante. Se veía un caos completo, la gente corriendo por todos lados; desgraciadamente hubo muchas pérdidas de vidas.

“En ese momento despegaron como cinco helicópteros al mismo tiempo con varias empresas y reporteros. Nos dirigimos hacia Tlatelolco, el cual estaba totalmente destruido. El edificio Nuevo León, si mal no recuerdo. De ahí nos fuimos al centro, luego a la colonia Roma, a la Del Valle. Vimos el Hospital General totalmente destruido y muchos edificios más”, explicó.

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Y aunque su fortaleza como piloto lo ayudó, nunca olvidará aquel desgarrador día. Incluso cuenta que, gente con experiencia en desastres, prefirió abortar la misión ante la magnitud del terremoto del 85 en México.

“Había muchas columnas de humo porque hubo muchas explosiones. Aparte de los derrumbes, había mucho polvo en todas las áreas afectadas; prácticamente fue media ciudad la que estaba en ese caos. Nadie había vivido algo de ese calibre; ni siquiera los reporteros.

“Fue algo que impactó mucho, lo vieron como un caso muy grave. Nunca habían estado en algo así; uno de ellos era reportero de guerra y nunca vio algo tan drástico. Al otro día, otro reportero ya no fue, se sintió muy mal, lo sustituyó otra persona”, agregó el capitán Antonio Pacheco.

Emergencia por terremoto de 1985 en México transforma a la aviación

La experiencia del Capitán Pacheco y de los pilotos de 1985 dejó lecciones escritas con humo y polvo. El caos en el aire demostró que la valentía no era suficiente; se necesitaba un sistema. Cada emergencia vivida se convirtió en la base de un protocolo diseñado para que el futuro nunca tuviera que improvisar de nuevo.

“Hemos tenido un avance significativo en lo que es la seguridad, no nada más de las personas civiles, sino también de todos los que desarrollamos estos trabajos en la aviación. Todos los que somos técnicos aeronáuticos, llámese despachadores, pilotos, sobrecargos, mecánicos, etcétera. Personal de rampa, personal de torre de control y demás. Ha habido un gran aprendizaje. Desgraciadamente, fue derivado de esta calamidad acontecida hace casi 40 años.

“Hoy, por ejemplo, los planes de emergencia ya son obligatorios, ya conllevan a varias instituciones, como es el Sasmex, como es la FAC, como es Cam, como es este protección civil y pues bueno, dependiendo de dónde esté el aeropuerto se debe de coordinar con autoridades civiles, militares o las que apliquen tanto en los tres órganos de gobierno, ya sea municipal, estatal o federal”, explicó el capitán Juan Jersaín Hernández.

Un testimonio de una metrópoli golpeada por el Sismo de 1985

Aquel día, los pilotos fueron los ojos de un mundo horrorizado. Testigos impotentes de una ciudad que se desangraba. No podían aterrizar para salvar vidas, pero su testimonio ayudó a entender la fragilidad de una metrópoli golpeada por la naturaleza.

“Al otro día volvimos a hacerlo, volvimos a ver más edificios. Éramos tantos en el aire que las vibraciones de las aspas de los helicópteros llegaron a terminar de derrumbar algunos edificios. Es impactante cuando ves que todo se está cayendo hacia abajo, en la calle, sobre los coches. Fue espeluznante, como una película de terror.

“En tierra, muchos pedían ayuda. Pero eran vuelos de reporteros, no de ambulancia ni de ayuda. Y tampoco podías aterrizar, porque no sabías si ibas a afectar otro edificio. Nos retiraron a todos; cancelaron los vuelos”, explicó.

Hoy, a 40 años, los protocolos son distintos, la tecnología ha avanzado. Pero la lección más importante no está en ninguna computadora. La lección más grande del 85 fue que el primer paso para salvar una vida no siempre es en tierra.

A veces, comienza con una mirada desde el cielo: una mirada entrenada, precisa y estratégica. El rol ya no es solo ser testigo, sino ser la primera pieza del rompecabezas del rescate.