Al sur del caos citadino, donde ni el asfalto, ni las llantas tienen lugar, se encuentra el lago de Xochimilco. Vida emana dentro y fuera del agua; entre flores, peces e insectos, hay un oasis diverso en el que unos se divierten, y otros hacen lo posible por preservar las especies que coexisten en chinampas y canales, pero que por la mano humana se han visto seriamente afectadas.
Es esta riqueza sistémica que permite también la crianza de abejas, una de las especies más importantes en la naturaleza, debido a su papel en el proceso de polinización. El 75% de los cultivos que comemos dependen, en parte, de los polinizadores, incluidas frutas, verduras y nueces. Sin ellas, nuestra alimentación sería mucho más limitada.
A un costado de la Capilla de la Santísima Trinidad, inicia la travesía. Sandra y Eduardo caminan entre calles angostas que conducen a uno de los canales del lago, para cruzar a través de una especie de puente flotante, que con tan solo tirar de un grueso lazo, te pasa al otro lado.
Y es allá donde en una Chinampa se encuentra una de las secciones de Abejas de Barrio, donde la pareja, junto con María Fernanda y Jacqueline, practicantes de veterinaria y que hacen su servicio social ahí, explican sobre las distintas razas de abejas , la organización dentro de las colmenas y su contribución al medio ambiente en los escasos 40 días de vida que cada una de ellas tiene.
¿Cómo es que en tan solo un mes con 10 días un ser de un centímetro, dos a lo mucho, puede contribuir a la plenitud de una zona? El trabajo que se realiza en las entrañas de un panal, y fuera de él, es muestra la perfección de la naturaleza.
“Se nos ha hablado de la competencia como paso para la evolución, pero se nos olvida que la cooperación es importante.” Comenta Sandra, mientras guía junto a Eduardo, la canoa de la expedición de seis personas, completamente ataviadas con traje de apicultor, hacia la chinampa donde se encuentra el apiario.
Tras unos 20 minutos de navegación, el apiario está a la vista. Un angosto camino de pasto conduce a las cámaras de cría de Abejas de Barrio, dispersas por el pequeño terreno chinampero. El traje blanco, que cubre de pies a cabeza, da una sensación de imbatibilidad frente a cientos de abejas, de las que algunas empiezan a volar nada más Eduardo abre la tapa de la cámara del fondo.
El zumbido al unísono de toda una colmena es estremecedor y la mente empieza a crear escenarios sobre qué pasaría si una se encontrara ahí frente a todas esas abejas pero sin el super traje. Los pensamientos se detienen al momento que los zumbidos se calman un poco con el humo que Jacqueline esparce, nada nocivo, cabe aclarar, y es posible asomarse al interior de la cámara de cría.
Las obreras se ven trabajando sobre la cera que ya han producido, dando forma a un pequeño panal sobre uno de los bastidores de la caja. No les hace mucho ruido el estar expuestas a la luz del día, y siguen concentradas en su labor de vida, mientras se topan con uno que otro zángano. Es otoño, y aunque se creyera lo contrario, se acerca la segunda recolección de miel en Abejas de Barrio, pues esta época y primavera son las adecuadas para la cosecha.
Y aunque vivimos en tiempos donde la industria facilita a lo largo de todo el año la compra de la miel, lo cierto es que la apicultura ha enseñado a Sandra y Eduardo que al haber flores y abejas diversas, la miel también tiene un sabor distinto, pero así como han aprendido, hay misterios que en siete años dedicados al apiturismo no han podido resolver, los bailes de las abejas para comunicarse, cómo sienten el miedo de las personas, o cómo zumban cuando no tienen reina.
Ser apicultor es un oficio noble y que preserva a pequeños seres de gran peso dentro del ecosistema, sin embargo, “los apicultores vienen de una historia de segregación, tal vez por trabajar en temas que a nadie le importaban mas que a ellos”, platica Sandra, quien desde que estudiaba filosofía se ha interesado en grupos vulnerables y movimientos sociales. “En Xochimilco me abrieron las puertas y eso fue lo que me dio sentido.”
En retribución, Sandra quiere hacer de Abejas de Barrio una cooperativa que tenga una escuela que siga empoderando a los apicultores, pues la mayoría trabaja en la informalidad. Difundir la labor de este tipo de apiarios no solo activa al sector ecoturístico, sino que atrae, como miel a las abejas, a personas que con la debida preparación colaboren con el cuidado de estos insectos desde espacios seguros.