De ser calificado como un modelo de “atención extraordinaria” a ser expropiado por “razones políticas”. El gobierno federal, a través de la administración de Morena, rompió el contrato que mantenía con la empresa española Sacyr para operar el Hospital General Regional del ISSSTE en Tláhuac, desatando la incertidumbre entre miles de pacientes que temen que la calidad del servicio se desplome.

Aunque en el pasado funcionarios de la Cuarta Transformación elogiaban la operación del nosocomio, el actual director del ISSSTE, Martí Batres, confirmó el proceso de “nacionalización”, argumentando que el contrato venía de sexenios pasados.

“Tuvo contratos precisamente en el sexenio de Felipe Calderón... la empresa se resiste un poquito, pero vamos a hacer la compra y la nacionalización”, declaró Batres.

Pacientes temen lo peor tras nacionalización del ISSSTE de Tláhuac

El hospital operaba desde 2020 bajo un esquema de Asociación Público-Privada (APP). La empresa privada construyó, operó y mantuvo las instalaciones, garantizando un nivel de servicio que los derechohabientes reconocen como superior al promedio.

Adriana y Manuel, pacientes de las áreas de Ginecología y Hemodiálisis, temen que el cambio de administración signifique el fin de la atención digna. “Entras al baño y hay papel, hay jabón, cosas que en otros hospitales no encuentras”, señala Adriana Caballero.

Manuel Mondragón coincide y critica la decisión política: “El pretexto es que lo administraban otros grupos políticos y que por eso estaba mal, pero hay cosas que sí funcionan”.

Una decisión costosa para los mexicanos

Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), el esquema original se eligió porque el ISSSTE no tenía presupuesto para una obra de esa magnitud y tecnología. Romperlo ahora no será barato.

El documento contractual establece que la terminación anticipada obliga al Instituto a reembolsar las inversiones al desarrollador, una cifra que el propio Martí Batres calificó de “exorbitante”.

Así, mientras el gobierno asume el control total, los pacientes quedan en vilo, temiendo que la salud se convierta nuevamente en una pieza de un rompecabezas político que se arma y desarma a voluntad, poniendo en riesgo su bienestar.