A simple vista, parece un barrio más de San Francisco. Calles tranquilas, casas alineadas con precisión y una atmósfera sin sorpresas. Pero, al avanzar unas cuadras, surge un rincón inesperado, donde la arquitectura rompe con la monotonía y transporta a otro mundo.
En pleno distrito Sunset, un pequeño tramo conocido como el bulevar de los Rousseaus oculta casas sacadas de un cuento de hadas. En 1933, el arquitecto Oliver Rousseau presentó allí su diseño más innovador en 1578 35th Ave.
A diferencia de las viviendas uniformes del barrio, estas fachadas evocan castillos y cabañas de fantasía. Con techos inclinados, detalles ornamentales y colores vibrantes, este rincón sigue sorprendiendo a quienes lo descubren.
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Las dos cuadras de San Francisco que transportan a un cuento mágico
En medio del distrito Sunset, donde la arquitectura suele ser uniforme, dos cuadras rompen el molde con 93 casas que parecen salidas de otro mundo. Y es gracias al legado de dos hermanos que no se conformaron con lo convencional y transformaron un paisaje de dunas en un barrio único.
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Oliver y Arthur Rousseau, hijos de un arquitecto belga que emigró a la ciudad en el siglo XIX, llevaron su visión más allá de lo esperado. En su momento, el Sunset era conocido como el “Gran Desperdicio de Arena”, un terreno inhóspito que muchos evitaban.
Pero los Rousseau vieron potencial donde otros veían desolación. A través de su empresa inmobiliaria, desarrollaron más de 150 lotes y convencieron a las autoridades de invertir en transporte y servicios. Hoy, su obra más emblemática maravilla a quienes visitan esta mágica área entre Kirkham y Lawton, entre las avenidas 34 y 36.
¿Qué aspecto tienen estas casas de cuentos de hadas?
Hay viviendas inspiradas en el Renacimiento Tudor, modelos de estilo colonial español con elegantes entramados de madera, y casas de influencia francesa con ventanas altas y detalles en terracota. Cada estructura tiene un carácter propio, pero juntas crean un paisaje arquitectónico único en San Francisco.
Más allá de su apariencia fantástica, estas residencias fueron un logro en accesibilidad y diseño. Según el San Francisco Examiner, en la década de 1930 se vendían entre 5,500 y 7,500 dólares, el equivalente a unos 125,000 y 175,000 dólares actuales.
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Oliver Rousseau aseguraba que ofrecían “el mejor valor por el dinero disponible”, y el tiempo le dio la razón: su estilo se convirtió en referencia para futuros constructores, que intentaron replicarlo en otras partes de la ciudad.