Cuando un niño explota en llanto, gritos, berrinche o pataletas, parece que nada logra detener la tormenta. Sin embargo, la psicología descubrió que existe una frase tan simple como poderosa que funciona en casi todos los casos: “Sé que estás enfadado, estoy aquí para ayudarte”.
Una herramienta que valida emociones
No se trata de un truco mágico, esta frase cumple tres tareas esenciales. Reconoce las emociones del niño, transmite cercanía y genera un ambiente libre de críticas. Esa combinación reduce el enojo en pocos instantes.
El psicólogo Jeffrey Bernstein, destaca que la fuerza de esta expresión no depende solo de lo que se dice, sino también de la forma en que se pronuncia. Hacerlo con calma y con gestos tranquilos permite que el pequeño se sienta seguro y comprendido.
Indicaciones comunes como “cálmate” o “no grites” suelen provocar más molestia. En cambio, aceptar la emoción sin reproches le brinda al menor la certeza de que sus sentimientos son válidos. De esta manera, el adulto deja de actuar como juez y pasa a ser un acompañante dispuesto a contener.
Se adapta a todas las edades
Lo valioso de esta técnica es que funciona sin importar la edad. Con los más pequeños, ponerse a su nivel y mirarlos a los ojos refuerza el mensaje. En quienes ya van a la escuela, la frase les recuerda que cuentan con respaldo emocional.
En la adolescencia, etapa marcada por reproches, oír “estoy aquí para ayudarte” abre un espacio de confianza sin sentir control. Incluso en adultos resulta útil, porque resume tres claves de la comunicación, reconocer, acompañar y aceptar sin críticas.
El adulto también debe mantener la calma
Los especialistas advierten que la calma del adulto es clave para que la frase tenga efecto. Si mamá o papá contestan alterados, el pequeño solo aumentará su malestar. El desafío, entonces, no es únicamente tranquilizar al niño, sino también aprender a controlar las propias emociones.
Cuando el enojo baja, es momento de escuchar y conversar. Darle espacio para expresar lo que siente sin interrupciones fortalece el vínculo y permite encontrar la raíz del conflicto. Con el tiempo, este recurso no solo apaga el berrinche en minutos, también enseña a los chicos a manejar su enojo de una forma más saludable.