Aún recuerdo el día en que salí de casa, con un par de maletas llenas de sueños. Era enero de 2012. En aquel entonces, el Comandante Hugo Chávez vivía y continuaba destrozando Venezuela. No sabíamos en ese momento que lo peor estaba por venir, pues el socialismo sigue presente.
La tierra que dejé atrás hace 10 años ya no existe. La ciudad en la que crecí es otra. Mis amigos y mi familia no están allí. Todos me siguieron y ahora están dispersos por el mundo.
Es una ciudad paralizada en el tiempo, como si estuviera esperando el regreso de los millones que tuvimos que dejar atrás. El tiempo ha pasado y se nota en la infraestructura. En el comunismo no hay renovación.
El socialismo se percibe en cada rincón de Venezuela
Se ve, incluso con los ojos cerrados. Pasé horas sin luz, porque así se vive en el comunismo , pero a la gente no le preocupa. Si algo no ha cambiado en los últimos 10 años es la esencia del venezolano. Todo se resuelve como se puede, con la sonrisa y la alegría que caracteriza al latinoamericano.
Pasé horas en una fila para echar combustible al carro. Pero la gente no se desespera, sacan una mesa y entre ron y dominó pasa el tiempo. No hay más nada que hacer.
Me dolió en lo más profundo de mi ser entender que mi gente ya se ha acostumbrado. Y vaya que me costó mucho entenderlo.
Se han acostumbrado a vivir en tinieblas y, aun así, son felices. O quizás, aunque ninguno me lo haya dicho, en sus ojos pude leer resignación.
La esperanza está muerta. Asesinada por un puñado de locos que se apropiaron del poder y ocultaron la democracia, no quisiera decir que para siempre.
Porque si algo aprendí en cinco días de visita a mi país, es que ellos están listos para ir a elecciones, una vez más, con fe infinita. Y ¿quién soy yo para robárselas?
Venezuela: te han golpeado por años, te han pisoteado. Estás en agonía, pero algo tiene tu ambiente que inspira renacimiento. Ojalá no falte mucho para eso.