Cuando un paciente sufre quemaduras de segundo o tercer grado, en muchas ocasiones la piel no puede regenerarse por sí sola. En estos casos, el trasplante de piel se convierte en un procedimiento vital para cerrar heridas, reducir infecciones y favorecer la recuperación.
El proceso consiste en tomar piel sana de otra parte del cuerpo, conocida como área donante, para cubrir la zona dañada tras retirar el tejido muerto. Esto no solo ayuda a restaurar la integridad cutánea, sino que también disminuye el riesgo de complicaciones graves.
Procedimiento general del trasplante de piel
En términos médicos, el injerto de piel sigue varias fases:
- Primero se limpia la herida con un desbridamiento quirúrgico, eliminando el tejido afectado.
- Posteriormente, se extrae una porción de piel sana del propio paciente, generalmente de regiones como muslos, glúteos o abdomen.
Existen diferentes técnicas: el injerto de espesor parcial, que utiliza una capa delgada y favorece la cicatrización rápida, y el injerto de espesor total, empleado en zonas que requieren mayor resistencia, como manos o articulaciones.
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Una vez trasladado el injerto a la zona quemada, se fija mediante suturas o adhesivos médicos y se cubre con apósitos protectores para permitir su integración.
Injertos temporales y técnicas avanzadas
En los casos más graves, cuando la superficie dañada es muy extensa y no existe suficiente piel sana disponible, se pueden emplear injertos temporales. Estos pueden provenir de donantes fallecidos, piel cultivada en laboratorio o incluso membrana amniótica, que ha mostrado beneficios en quemaduras faciales y oculares.
Estas soluciones temporales permiten mantener la herida cubierta mientras se prepara el injerto definitivo con piel del propio paciente.
Trasplante de piel en quemaduras de tercer grado
Las quemaduras de tercer grado son las más complejas, ya que destruyen todas las capas de la piel e incluso pueden afectar tejidos más profundos. En este escenario, el trasplante es imprescindible, pues el cuerpo no puede cicatrizar de manera natural.
El procedimiento incluye retirar el tejido muerto, implantar el injerto y mantener un control estricto para evitar infecciones. La hospitalización suele ser prolongada, con seguimiento médico para el manejo del dolor, la rehabilitación y la vigilancia del área injertada.