Los obispos de México cerraron su CXIX Asamblea Plenaria con uno de los mensajes más duros de los últimos años: México está herido, fracturado y cansado de la violencia, y ninguna autoridad, partido político o sector social puede seguir haciéndose el indiferente.

El pronunciamiento, marca un quiebre en el tono habitual de la Iglesia: la CEM reconoce que el país atraviesa un momento crítico, donde el miedo domina calles, comunidades y regiones enteras. Afirman que la violencia ha rebasado todos los límites y que “México duele, profundamente”.

“No tenemos la solución, pero tampoco nos quedaremos callados” aseguran los Obispos

Los obispos admiten que no poseen respuestas mágicas, pero enviaron un recordatorio incómodo:
nadie puede permanecer neutral ante la sangre derramada, ni en el gobierno, ni en la sociedad, ni en la misma Iglesia.

Aseguran que están listos para dialogar con quien sea —sin importar color político, ideología o credo— siempre y cuando exista un interés real por frenar la violencia que destroza familias día con día. El mensaje es un golpe directo a la división que ha paralizado al país: “México no puede seguir enfrentado mientras su gente muere”.

Crisis nacional: violencia, silencio y cansancio social

El documento denuncia que la violencia se ha vuelto parte de la rutina nacional: extorsiones, asesinatos, desapariciones y territorios controlados por el crimen. Y aunque el texto no menciona nombres ni gobiernos, la crítica es evidente: las respuestas oficiales no han sido suficientes.

"En estos tiempos, observamos con preocupación cómo algunos discursos públicos construyen una narrativa que no corresponde a la experiencia cotidiana de millones de mexicanos.", señalaron en el comunicado. Además puntualizaron algunos temas relevantes:

  • Nos dicen que la violencia ha disminuido, pero muchas familias que han perdido queridos o poblaciones enteras que viven con miedo constante experimentan otra realidad.
  • Nos dicen que se combate la corrupción, pero ante casos graves y escandalosos, no se percibe la voluntad de esclarecerlos, por lo que prevalece la impunidad.
  • Nos dicen que la economía va bien, pero muchas familias que no pueden llenar su canasta básica y muchos jóvenes que no encuentran oportunidades de trabajo nos hacen ver que esto no es verdad.
  • Nos dicen que se respetan las libertades, pero quienes expresan opiniones críticas son descalificados y señalados desde las más altas tribunas del poder.
  • Nos dicen que somos el país más democrático del mundo, pero la realidad es que hemos visto cómo han comprometido los organismos y las instituciones que garantizaban la auténtica participación ciudadana para concentrar el poder arbitrariamente.

Vivimos tiempos difíciles, la violencia se ha vuelto cotidiana. Ese cáncer del crimen organizado que padecemos desde hace años ha extendido sus tentáculos a muchos rincones del país. Ninguno de los dirigentes que gobierna este país ha logrado erradicar este mal.

"Familias enteras son desplazadas por el terror de la delincuencia organizada. Vivimos la inseguridad cotidiana al transitar por los caminos y autopistas. Las extorsiones se han vuelto sistemáticas para pequeños y medianos empresarios, para agricultores y transportistas, incluso para las familias humildes, obligados todos a pagar."

Los obispos llaman a romper el conformismo, la indiferencia y la narrativa que pretende normalizar lo que está sucediendo. Y es que aseguran que nadie escapa de la violencia en el país:

"Sacerdotes, religiosas, agentes de pastoral, incluso algunos políticos que buscan cambiar esta situación han sido amenazados y asesinados ante la impotencia ciudadana. Sentimos el dolor por todos aquellos que buscando el bien han sido sacrificados."

Apelan a la esperanza, pero sin suavizar la realidad de violencia en el país

La CEM pide mirar hacia adelante, pero no desde el autoengaño. Retoman la figura de Cristo Rey como un recordatorio de justicia y la de Santa María de Guadalupe como un símbolo que históricamente ha unido a México en sus momentos más oscuros.

Invitan a la sociedad a no ceder ante el miedo, pero también a asumir su papel: la paz no llegará sola; hay que exigirla, construirla y defenderla.

Los obispos concluyen con un llamado urgente y directo: México necesita reconciliación, pero también necesita verdad y acciones inmediatas.

Su pronunciamiento deja claro que la Iglesia no permanecerá en silencio mientras el país se desmorona y que es momento de trabajar con quien realmente esté dispuesto a enfrentar la violencia sin discursos vacíos.