¿Sabías que en México cuatro niños son reclutados por el crimen organizado cada hora? Sí, cada hora.

Se les conoce como “sicarios infantiles”: adolescentes entrenados por los cárteles, enviados a matar antes siquiera de poder votar.

El caso más reciente ocurrió en Michoacán: un joven de 17 años asesinó a Carlos Manzo, alcalde de Uruapan.
El propio Manzo había advertido sobre el aumento de menores reclutados por grupos criminales y pidió a los padres intervenir antes de que fuera demasiado tarde.

Semanas después, fue asesinado por uno de ellos.

En Tabasco, días antes, otro adolescente de 15 años fue detenido por homicidio, secuestro y narcotráfico.
Dos casos en menos de un mes. Dos recordatorios de que la crisis de seguridad en México está devorando a sus propios niños.

Pero esto no es nuevo. El primer “sicario niño”, conocido como El Ponchis, fue arrestado en 2010, con apenas 14 años.
Desde entonces, los cárteles han perfeccionado su fórmula: reclutar adolescentes pobres, drogarlos, armarlos y tratarlos como desechables.

De acuerdo con datos oficiales y organizaciones civiles, más de 2,900 menores han sido detenidos por delitos relacionados con drogas en 2025.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) advirtió que en 2015 alrededor de 30 mil niños habían sido reclutados por grupos criminales; para 2018, esa cifra se disparó a 460 mil.

Las Naciones Unidas han exhortado a México durante más de una década a tipificar el reclutamiento forzado de menores, pero más de 50 iniciativas siguen congeladas en el Congreso.

Mientras tanto, el gobierno asegura que está “atendiendo las causas de fondo”.

Sin embargo, la política de “abrazos, no balazos”, creada por López Obrador y mantenida por Sheinbaum, se ha convertido en una trágica consigna: atender las causas no significa ignorar las consecuencias de no proteger a los ciudadanos.

Mientras el Estado habla de programas sociales, los cárteles ofrecen dinero, poder y pertenencia a niños que no tienen nada más.

Crecen en un país en guerra — no son soldados, ni criminales...solo niños que el Estado no supo salvar.