¿Cómo es la vida de los niños que viven con sus madres en prisión?
Miles de niños viven en cárceles mexicanas con sus madres en prisión. La Fundación Familiar Infantil ofrece un hogar temporal para sus siguientes años.
En las sombrías paredes de los centros penitenciarios mexicanos, una realidad oculta a la vista de muchos se desarrolla día a día: la presencia de niños. Mientras la sociedad suele asociar las cárceles con adultos cumpliendo sentencias, un número considerable de menores convive con sus madres privadas de la libertad .
Más de 13,000 mujeres se encuentran recluidas en las cárceles mexicanas. La legislación permite que sus hijos menores de tres años las acompañen durante su estancia. Sin embargo, una vez superada esta edad, los pequeños deben buscar alternativas de cuidado. Ante este panorama, la Fundación Familiar Infantil ha surgido como un faro de esperanza, ofreciendo un hogar temporal a cientos de niños mientras sus madres cumplen sus condenas.
Virginia, mujer mazahua, recupera su libertad tras 16 años en prisión
“He visto pasar varias generaciones de niños que ahora son unos padres de familia, otros son profesionistas. Se encariña uno con ellos”, comparte una trabajadora social de la fundación. La institución no solo proporciona alimento y refugio a los menores, sino también una educación de calidad y actividades que fomentan su desarrollo integral.
¿Cómo es el crecimiento de los niños que nacieron en la cárcel?
La legislación mexicana contempla la posibilidad de que las mujeres privadas de la libertad puedan tener a sus hijos recién nacidos junto a ellas durante los primeros años de vida. El artículo 36 de la Ley Nacional de Ejecución Penal establece este derecho, priorizando el interés superior del niño. Sin embargo, ¿qué sucede con estos pequeños una vez que cumplen los tres años?
El artículo 10 de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes reconoce la vulnerabilidad de estos menores y obliga a las autoridades a tomar medidas de protección especiales. No obstante, la realidad es que crecer en un entorno carcelario representa un desafío inmenso para su desarrollo integral.
De acuerdo con información de la UNAM , hay profundas consecuencias del “estrés tóxico” en los niños que nacen y se crían en prisión . La exposición prolongada a un ambiente carente de estímulos, incierto y potencialmente violento genera secuelas a largo plazo en su salud mental y emocional.
Dificultades para establecer vínculos afectivos seguros, trastornos del aprendizaje, baja autoestima y problemas de conducta son algunas de las consecuencias más comunes. A medida que estos niños crecen, son más propensos a desarrollar conductas de riesgo, como el consumo de sustancias o la violencia, como una forma de hacer frente a las adversidades que han experimentado.
¿Qué pasa con los niños que nacen en prisión al crecer?
A pesar de la separación física, el vínculo entre madres e hijos se mantiene gracias a las visitas y las comunicaciones constantes facilitadas por la fundación. “Tenemos llamadas cada fin de semana, videollamadas que se gestionan con los centros de reinserción”, explican por parte de la Fundación Familiar Infantil. Este contacto regular es fundamental para fortalecer el lazo familiar y preparar a los niños para el momento de la reunificación.
La fundación ha logrado reunir a más de 200 madres con sus hijos al término de sus condenas, demostrando que la rehabilitación y la reinserción social son posibles incluso en los contextos más adversos. Sin embargo, para continuar su labor, la institución requiere de donativos y apoyo de la sociedad.