El hallazgo del campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, generó gran indignación en las personas de todo el país e incluso a nivel mundial. Se organizaron marchas y las redes sociales se incendiaron por ciudadanos que exigieron justicia y mostraron su descontento con el gobierno por intentar minimizar este horror; sin embargo, desde Palacio Nacional se orquesta el discurso de que las quejas vienen desde la “oposición”.
En Macuspana, Tabasco, la presidenta Claudia Sheinbaum señaló que la “oposición” quiere seguir con una campaña negra contra López Obrador y pidió dejarlo “en paz”. “El pueblo de México está consciente”, dice y efectivamente, las personas se dieron cuenta de la ineficiencia e indiferencia de las autoridades ante un caso que solo revela la horrible realidad en la que vivimos en el país.
No se debe hablar de la crisis de inseguridad y violencia que se vive en 2025, sin ligarla directamente con el sexenio del expresidente Andrés Manuel López Obrador, el más violento, donde hubo más personas desaparecidas —más de 50 mil—, donde no se trató la crisis de inseguridad del país. Bueno, el mismo AMLO nos enseñó a no dejar de criticar a los gobiernos pasados y la herencia que nos dejaron, ¿entonces, por qué dejar de señalarlo a él?
El gobierno revive a la “oposición” cada que la necesita
Vayamos por partes. Una de las situaciones que más me llama la atención del gobierno federal es la manipulación del lenguaje y uno de los ejemplos que más me saltan es el uso de la palabra “oposición”.
Y es que la autodenominada 4T busca erradicar la palabra “oposición” —al menos cuando le conviene—, pues en distintas ocasiones afirma que esta ya no existe. Pero son en las crisis, como el aumento de violencia e inseguridad, cuando el gobierno revive este término para desviar la atención hacia un enemigo externo, responsabilizando a la oposición de las críticas legítimas por parte de los ciudadanos.
¿Y por qué no puede decir que sus adversarios son los que están criticando su gestión? Bueno, porque eso sería decir que el pueblo es su enemigo.
El “pueblo": el Frankenstein del Gobierno Federal
Es aquí cuando quisiera utilizar una alegoría con Frankenstein, novela gótica publicada en 1818 por Mary Shelley, en donde se narra la historia de Victor Frankenstein, un joven científico que construye una criatura que aprende a hablar y a moverse por el mundo. Pero tras ser rechazado y marginado, se rebela contra su creador, alzando la voz y causando destrucción.
El gobierno crea algo a su imagen y semejanza, nombrándolo como el “pueblo”, moldeándolo bajo sus ideales. Pero como en la novela, esta creación adquiere autonomía y desarrolla una voz propia que desafía a su creador. Como Frankenstein, el pueblo, al enfrentar injusticias y negación de su realidad, como lo del hallazgo del campo de exterminio en Teuchitlán, se levanta para señalar los errores del gobierno.

¿Y qué hace el gobierno? Pues solo le queda una solución: negar a su propia creación y rechazar que tiene autonomía de señalarle lo que hace mal.
En este contexto, el gobierno actúa como Victor Frankenstein: niega la autonomía de aquello que creó y busca desviar la responsabilidad hacia un enemigo externo —en este caso, la oposición— para justificar las críticas legítimas. Pero tal como Frankenstein no pudo controlar ni silenciar a su criatura, el gobierno tampoco puede ignorar las demandas de los ciudadanos.
¿Campaña negra o indignación legítima? La realidad termina rompiendo con la narrativa oficialista y deja en claro que no es un “enemigo externo” quien reclama justicia, sino nosotros los ciudadanos.
Porque no estamos ante ninguna campaña negra ni ninguna conspiración… lo único que yo observo es el hartazgo de millones de personas, quienes —al igual que yo— estamos cansados de vivir con miedo, de experimentar impunidad e injusticia todos los días. El pueblo no es una criatura controlable, sino una fuerza que demanda verdad y justicia.