En México, 65 personas son asesinadas cada día, pero hay otro delito que, aunque no siempre ocupa los titulares, está destruyendo comunidades, oficios y regiones enteras: la extorsión, el crimen de más rápido crecimiento en el país.

De los huertos de limón a las taquerías: nadie está a salvo

Desde los campos limoneros de Michoacán hasta las taquerías de la Ciudad de México, millones de mexicanos viven bajo amenaza constante:
pagar “cuotas de protección” o perderlo todo.

El cobro criminal se ha infiltrado en todos los sectores: agricultura, construcción, alimentos, transporte, pequeños comercios e incluso vendedores ambulantes.

Y quienes se niegan, muchas veces pagan con su vida.

Asesinatos que revelan una impunidad heredada

Hace apenas unas semanas, Bernardo Bravo Manríquez, líder de productores de limón en Michoacán que se atrevió a denunciar las extorsiones del crimen organizado, fue encontrado asesinado a tiros cerca de Apatzingán.

Su padre, también dirigente agrícola, fue ejecutado en 2013 por negarse a pagar las mismas “cuotas”.
Ambos casos evidencian un patrón generacional de impunidad que persiste desde hace décadas.

Hoy, los agricultores llegan a pagar hasta cuatro pesos por cada kilo de limón, alimentando una economía criminal de más de cuatro mil millones de pesos.

Una plaga nacional que asfixia la economía

La extorsión se ha convertido en una epidemia económica que está paralizando al país.
Los empresarios pierden más de 21 mil millones de pesos al año, y esa cifra solo contempla los casos que se denuncian.

Menos del uno por ciento de las víctimas se atreve a acudir a la policía.
El miedo es tal que el 70% de las llamadas de extorsión provienen desde cárceles, una muestra del nivel de impunidad dentro del sistema penitenciario.

Un Estado rebasado y un futuro en riesgo

Si el Estado no puede controlar lo que ocurre tras las rejas, ¿qué posibilidades tiene de recuperar las calles?
El gobierno, entre el temor, la complicidad y la parálisis, parece incapaz de detener esta red de violencia.

Porque cuando el crimen se desborda, no solo destruye vidas: también paraliza a la nación y ahuyenta a los inversionistas de los que México depende.

La extorsión no solo roba la seguridad de los mexicanos, sino que bloquea cualquier posibilidad de crecimiento económico real.