La mutilación genital femenina (MGF) es una práctica que ha dejado una profunda huella en la salud de más de 230 millones de mujeres y niñas en diversas regiones de África, Oriente Medio y Asia.
Esta violación a los derechos humanos se manifiesta a través de procedimientos que implican la eliminación parcial o total de los genitales externos femeninos, así como otros tipos de daño a esta zona del cuerpo, todo ello sin justificación médica. Las consecuencias de esta práctica son devastadoras, afectando tanto la salud física como el bienestar emocional de las víctimas.
Lucía Núñez y Helena López, investigadoras del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM , destacan la necesidad de comprender los contextos socioculturales que perpetúan esta práctica para poder abordarla de manera efectiva.
Las cifras proporcionadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelan que en 30 países de estas regiones, la mutilación genital femenina sigue siendo una realidad alarmante. En países como Somalia y Guinea, hasta el 98 % y el 97 % de las mujeres han sido sometidas a esta práctica, respectivamente.
Tipos de mutilación genital femenina (MGF), según la OMS
La OMS clasifica la MGF en cuatro tipos, desde la resección del clítoris hasta el estrechamiento de la abertura vaginal, cada uno de los cuales conlleva serias implicaciones para la salud.
Las complicaciones inmediatas pueden incluir dolor intenso y, en algunos casos, la muerte. A largo plazo, las sobrevivientes pueden enfrentar problemas urinarios y menstruales, así como dificultades durante el parto. Además, se estima que tratar las complicaciones derivadas de la MGF podría costar hasta 1,400 millones de dólares anualmente, una cifra que podría aumentar si no se toman medidas urgentes.
MGF: Rito de paso que busca controlar el cuerpo de las mujeres: UNAM
López señala que esta práctica se enmarca dentro de un rito de paso que busca controlar el cuerpo de las mujeres, perpetuando una narrativa que asocia la pureza con la mutilación. Este enfoque cultural, que a menudo se justifica en términos de tradición, ignora el daño físico y psicológico que causa. La investigadora enfatiza que es crucial devolver a las mujeres el control sobre sus cuerpos, permitiéndoles recuperar su autonomía.
Por su parte, Núñez invita a abordar la MGF desde una perspectiva más amplia que incluya los derechos humanos, el contexto religioso y cultural, así como sus implicaciones en la salud. Ella advierte que la solución no debe ser impositiva, sino que debe centrarse en la educación y la sensibilización sobre los efectos negativos que esta práctica tiene en la salud de las mujeres y niñas.
La OMS ha implementado desde 2008 una estrategia global para eliminar la MGF, instando a la colaboración de diferentes sectores, incluidos salud, educación y justicia. Sin embargo, López destaca que es fundamental no caer en la trampa de ver esta práctica como un problema exclusivo de otras culturas, ya que en todas partes del mundo existen formas de control sobre el cuerpo femenino, como el feminicidio o la criminalización del aborto, que también deben ser abordadas.