Como si hubiera hecho un trabajo ejemplar como presidente del Senado de la República, Gerardo Fernández Noroña decidió darse un respiro.

El funcionario de Morena solicitó licencia por nueve días —del 24 de octubre al 2 de noviembre— para emprender una “misión humanitaria” a Palestina. Porque claro, cuando uno representa el “humanismo” y busca la “solidaridad entre pueblos”, merece un vuelo pagado por los Emiratos Árabes Unidos y hacer grilla desde la comodidad de una suite de hotel.

Allá, entre reuniones y fotos con kufiya, el senador de Morena se conmovió. Se le acumularon las emociones al ver las condiciones de los refugiados palestinos. La voz se le quebró. Lloró un poco. Y mientras se limpiaba las lágrimas, aseguró que no fue a pasear ni a hacer turismo político, sino a “reivindicar el derecho a existir” de ese pueblo que sufre.

Todo muy emotivo, hasta que recordamos que en México también hay tragedias que merecen lágrimas.

Porque mientras Noroña habla de derechos humanos desde Medio Oriente, en Sinaloa continúa una narcoguerra que suma casi 2,000 asesinatos y más de 1,900 personas privadas de la libertad.

Noroña llora en transmisión por Gaza, pero ignora tragedias en Sinaloa, Guerrero y Michoacán

Mientras Noroña presume “solidaridad entre pueblos”, miles de madres en México siguen buscando en fosas clandestinas los restos de sus hijos desaparecidos. Y mientras graba mensajes desde su suite en Palestina, 14,555 personas siguen sin ser localizadas en lo que va del gobierno de Claudia Sheinbaum.

Pero por eso no llora. Por eso no se le quiebra la voz.

Por supuesto que nadie niega la tragedia que viven los palestinos y los israelíes. Pero lo que irrita es la doble cara del político, que busca cámaras para hablar de humanidad mientras ignora el dolor que tiene frente a la puerta de su propio país.

Así que no, esas lágrimas no conmovieron a nadie. Porque cuando alguien llora por el mundo, pero no por su propio pueblo, no es empatía. Es teatro político.

Y Noroña, en eso, es un actor experimentado.