A 30 años del imponente despertar del Popocatépetl: ciencia y superstición vigilan al gigante

El Popocatépetl despertó una madrugada de 1994 después de 70 años. Hoy, habitantes y científicos lo observan desde la distancia por si un día vuelve a rugir.

Por: Gabriel Sirnes

Con información de: Edgar Galicia

El 21 de diciembre de 1994, apenas cuatro días antes de la Navidad, el volcán Popocatépetl sorprendió a todo México con su primera erupción en más de 70 años. La madrugada de aquel día, una explosión estremeció la región, marcando el inicio de una nueva era para este coloso de poco más de 5,400 metros de altura.

Rosenda Castro de la Cruz, habitante cercana al volcán, recuerda con claridad el momento: “De repente empezó a salir la fumarola y ya empezó a rezumbar, como un carro…”. Por su parte, Inés Ramos rememora el caos: “Empezaron a cimbrar las ventanas, a llegar las patrullas, avisando calle por calle que teníamos que evacuar…”.

Fue así que el colosal e icónico volcán, conocido como Don Goyo, volvió a rugir y cimbrar la tierra para recordarnos que su existencia es más grande que su tamaño.

Popocatépetl: una amenaza constante

Treinta años después, el Popocatépetl sigue más activo que nunca, siendo el volcán más monitoreado del mundo. Su cráter, que equivale en longitud a nueve canchas de fútbol, expulsa gases y cenizas bajo estricta vigilancia de 10 estaciones sísmicas que registran más de 3 mil datos por segundo. Además, cinco cámaras de alta definición con visión nocturna rastrean cada emisión.

Carlos Valdés, del Instituto de Geofísica de la UNAM , subraya el riesgo que representa: “Es un volcán muy grande, muy poderoso. Quien se mete en esa zona está en peligro…”. A pesar de la amenaza, no se han registrado víctimas directas por su actividad reciente, salvo accidentes de alpinistas.

La convivencia de sus habitantes con el gigante

Con 27 millones de personas viviendo en un radio de 110 kilómetros, las comunidades aledañas han aprendido a coexistir con el coloso. Cada 12 de marzo, habitantes le rezan y hacen ofrendas, mientras los “tiemperos” intentan predecir su temperamento.

La ciencia también ha avanzado: imágenes inéditas obtenidas con inteligencia artificial permiten analizar el cráter a 10 kilómetros de profundidad, mejorando la capacidad de anticipar erupciones.

Treinta años después de aquel despertar inesperado, el Popocatépetl sigue siendo un recordatorio de la fuerza imponente de la naturaleza y de la resiliencia de quienes viven a su sombra.

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