¡Revive lo mejor del octavo capítulo de El Peso del amor!
Un encuentro tenso se transforma en un abrazo que renace esperanzas y abre caminos al corazón.
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El día comenzó con una reunión en la firma de abogados, donde Joo-eun y Young-ho se encontraron inesperadamente. La revelación de la verdadera identidad de Young-ho dejó a Joo-eun atónita y herida. Se sintió traicionada por su ocultamiento y la diferencia de estatus social entre ellos.
Crédito: MBC

En el ascensor, Young-ho intentó disculparse, pero Joo-eun, aún conmocionada, le pidió espacio. La tensión entre ellos era palpable, y aunque intentaron continuar con la reunión, ambos sabían que algo había cambiado.
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Después de la reunión, Joo-eun se escapó rápidamente, evitando a Young-ho. Él, preocupado, intentó contactarla sin éxito. Finalmente, descubrió que ella había viajado a Daegu, su ciudad natal.
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En Daegu, Joo-eun se reunió con su familia para la inauguración del restaurante que había financiado. Su madre, sin saber de su ruptura con Woo-sik, le preguntó cuándo se casaría, lo que hizo sentir a Joo-eun aún más sola.
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Esa noche, Joo-eun recordó que era el cumpleaños de su difunto padre y se disculpó por olvidarlo. Su madre le envió un mensaje instándola a comer bien, independientemente de su dieta.
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Mientras tanto, Young-ho, decidido a disculparse, viajó a Daegu. Al llegar, se enteró de que Joo-eun estaba en el puente Ayang. Allí, la encontró y, sin palabras, la abrazó, envolviéndola con su abrigo.
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Joo-eun, sorprendida pero conmovida, correspondió al abrazo. El frío de la noche parecía desvanecerse con la calidez de su cercanía.
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Young-ho le ofreció su bufanda, un gesto tierno que simbolizaba su deseo de cuidar de ella. Ambos compartieron un momento de silencio, comprendiendo que, a pesar de sus diferencias, el afecto entre ellos era genuino.

Durante su caminata juntos, Young-ho le confesó a Joo-eun su doloroso pasado: su enfermedad en la infancia, la muerte de su madre y su relación distante con su padre. Estas revelaciones profundizaron su conexión emocional.

Joo-eun, al escuchar su historia, entendió mejor sus acciones y temores. Se dio cuenta de que, a pesar de su fachada fuerte, Young-ho también llevaba cicatrices emocionales.

La noche concluyó con ambos compartiendo una cena sencilla, pero llena de significado. Sus corazones, antes distantes, ahora latían al unísono, marcando el inicio de una nueva etapa en su relación.

Al despedirse, Young-ho le prometió a Joo-eun que, a pesar de los desafíos, lucharía por su amor. Ella, con una sonrisa tímida, aceptó su promesa, dispuesta a enfrentar juntos lo que viniera.

De regreso en Seúl, ambos retomaron sus rutinas, pero con una renovada comprensión y respeto mutuo. La distancia física no disminuyó la cercanía emocional que habían cultivado.

Joo-eun, al mirar su reflejo, ya no veía solo a la mujer que había sido, sino a la que estaba en proceso de convertirse: fuerte, segura y amada.
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Young-ho, por su parte, encontró en Joo-eun una razón para sonreír nuevamente, una luz que iluminaba incluso sus días más oscuros. Juntos, sabían que el camino no sería fácil, pero estaban dispuestos a recorrerlo lado a lado.
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