¡Revive lo mejor del décimo capítulo de El Peso del Amor!
En medio del caos, su amor fue el único lugar donde ambos encontraron paz.
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El episodio comienza retomando la cálida confesión junto a la fogata: Young‑ho reafirma ante Joo‑eun y su fiel asistente Min que están saliendo oficialmente, sellando su compromiso público con un gesto tierno y decidido.
Crédito: MBC

En un entorno cargado de tensión, Young‑ho y Joo‑eun son interrogados por Hyun‑woo en su restaurante. A pesar de la curiosidad e incluso cierto recelo, ambos se muestran unidos y firmes en su elección mutua.
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La aparición del ex de Joo‑eun para entregar la manutención se convierte en un momento incómodo, pero ella y Young‑ho lo enfrentan con sutileza y jerarquía emocional, sin perder la naturalidad, mientras Hyun‑woo observa con orgullo y alivio.
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Mientras tanto, la relación entre Woo‑shik y Soo‑jin sigue resquebrajándose. Sus encuentros tensos dejan en evidencia lo que ya sabemos: que ella ha cerrado su corazón y él aún no comprende las razones.
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Esa noche, en una votación de pura complicidad, Joo‑eun decide pasar la noche con Young‑ho en el dormitorio. Él propone un acercamiento “romántico”, pero ella pone límites adorables: solo contactos suaves entre pies y manos, apostando por la intimidad emocional más que la física.
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La escena en la que Joo‑eun usa el pie de Young‑ho como micrófono para responder sus preguntas, y él la espeta con el suyo, resulta tan graciosa como tierna; una muestra de que su conexión se fortalece con la complicidad diaria.
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Al caer la noche, Young‑ho no puede evitar contemplarla mientras duerme y, en ese gesto silencioso, vemos un hombre enamorado, lleno de ternura y cuidado. La cámara de su mirada refleja un cariño profundo.
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A la mañana siguiente, Joo‑eun ya no está, pero ha dejado un regalo para todos: figuritas de Superwoman y Wonder Woman para los chicos, un guiño para que cada uno encuentre su dueña; además, una sopa casera reparadora y un curioso libro de citas para Young‑ho, dulce evidencia de su preocupación y amor cotidiano.
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Joo‑eun se muda a un nuevo departamento, dejando atrás recuerdos físicos y mentales como banditas de primeros encuentros pegadas al celular para comenzar una etapa renovada, pero el vínculo con Young‑ho sigue intacto.
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En el trabajo, Soo‑jin intenta sembrar dudas sobre su relación con Young‑ho, insinuando conflictos de intereses. Joo‑eun, empoderada, rechaza la insinuación y confirma que su amor con Young‑ho es auténtico e inesperado.
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Mientras tanto, en Gahong Center, los directivos conspiran para frenar a Young‑ho. Directivo Choi desea amedrentarlo, y Woo‑shik urge precaución, pero todos temen que intervenirles con dureza sólo intensifique el conflicto.

En un nuevo encuentro formal, Young‑ho se mantiene firme, denegando firmas apresuradas en proyectos sin analizar. Su compromiso amparado por Joo‑eun se ve reflejado también en su determinación profesional.

La presión familiar crece: la abuela presiona para que Young‑ho se case y su madrastra empieza a sospechar, preguntando por su tratamiento médico. Young‑ho mantiene la compostura y protege su situación personal, sin ceder a chantajes emocionales.

En su nueva casa, Joo‑eun se prueba un vestido negro que ha vuelto a entrarle. Un pequeño triunfo personal, aunque su ánimo decae porque Young‑ho no ha contestado sus mensajes; la distancia física se siente pero el cariño sigue intacto.
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Justo cuando los temores podrían silenciar su historia, Young‑ho aparece en la puerta de Joo‑eun. A pesar del alboroto mediático por su identidad revelada, él prefiere refugiarse en su lado más humano, en un abrazo compañero que simboliza la fortaleza del “nosotros” frente a un mundo que podría querer separarlos.
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