Cruz Azul llega al final de la fase regular con una presión que pocos imaginaban: mantener el liderato general y no perder a su capitán.
El sábado, en el Estadio Cuauhtémoc, La Máquina recibirá a Pumas UNAM en un duelo que lo tiene todo: orgullo, tensión y consecuencias directas en la Liguilla.
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Un triunfo bastará para asegurar el primer lugar del Apertura 2025 y con ello el privilegio de cerrar todas las series de la Fiesta Grande como local. Pero hay un riesgo que preocupa a Nicolás Larcamón: el de Nacho Rivero.
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El capitán, al borde del abismo
El uruguayo suma cuatro tarjetas amarillas y una más lo dejaría fuera del partido de ida de los cuartos de final.
Rivero, símbolo de entrega y equilibrio, se ha vuelto pieza irremplazable en el esquema de Larcamón; su liderazgo dentro y fuera del campo sostiene al equipo tanto como su capacidad para aparecer en todos los sectores de la cancha.
El dilema es claro: ¿Debe arriesgarlo para asegurar el liderato o preservarlo pensando en la Liguilla?
Si Rivero recibe una tarjeta más ante Pumas, se perderá el inicio de la Fiesta Grande. Pero si logra salir limpio, quedará “liberado” de sanciones y listo para comandar a La Máquina en la serie más importante del torneo.
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Un cierre que definirá todo
Mientras tanto, Cruz Azul depende de sí mismo para conservar la cima. Su eventual rival en cuartos de final saldrá del segundo clasificado del Play-In, lugar que hoy pelean Juárez, Pachuca, Tijuana y el propio Pumas.
La definición promete ser cardíaca: cada punto, cada tarjeta, cada decisión puede cambiar el futuro inmediato del equipo más en forma de México.
Larcamón lo sabe. Y también sabe que, en partidos como este, los pequeños detalles pueden costar caro.